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128 ANNA WENDORFF



experiencia sensible», sino sólo por via negativa, o aquello que se vivifica de la
experiencia es el “acto en sí” y no su representación, y es de suyo que una ac-
ción deontológica está presente en la experiencia interior. El invidente, no ve
con los *ojos”, ve con otros elementos que parpadean o pululan las hojas de un
texto que apenas se percibe a la vista, o que más se ve en el sentido del tacto.
Por otra parte, el texto en cuestión nos lleva a establecer la relación propia que
hay entre permanencia-ausencia, valor objetivo y subjetivo de lo plástico. Y fi-
nalmente una fuerte crítica a la exclusión vista a partir sólo de: qué y cómo per-
cibimos las cosas cuando la mirada se transforma en un instrumento en dema-
sía valorativo, y al que muchas veces las cosas no se muestran tal cual como se
miran, o se ven. Así, existe la noción de que el negro representa una forma de
ausencia de color, y que por lo tanto cuando hay negro no hay color. Pero no es
efectivamente así, en todo caso la representación de Faría y Cottin, aclara un
nuevo tipo de relaciones. Ya lo expresa Wassily Kandinsky cuando afirma: “La
otra gran antinomia se basa en la diferencia entre el blanco y el negro, los colo-
res que producen la otra pareja de tonos clave: la tendencia a la claridad o a la
oscuridad””.




El lector se apropia de una experiencia particular cuando se enfrenta a un
texto, así como el que ve o mira lo hace frente a un cuadro o dibujo. Tanto lector
como veedor son fuentes primarias del hecho estético que les convoca o bien en
el libro o bien frente al cuadro. En otras palabras, leer o ver nos propone ubi-
car el hecho mismo de su acción generalmente desde un solo sentido, la vista.
Sin embargo, cuando se trata de pensar en otros modos de mirar, en que la vista

9 KANDINSKY 1999: 36.
 
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