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Arte y comunismo en la Argentina en la primera mitad del siglo XX

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En cuanto a la Exposición en sí, afirmamos que este Salón no desmerece
en nada a los de las exposiciones oficiales. Han concurrido a este los mis-
mos artistas que concurren el Salón Nacional y muchos de ellos -los tres
organizadores, entre otros - han obtenido los más altos premios y están
representados con obras valiosas en el Museo Nacional.11
La comparación con el Salón Nacional se vuelve ineludible a la hora de
legitimar y darle prestigio a la exposición organizada a pedido de la Komin-
tern. Más allá del amplio espectro de propuestas estéticas que ofrece la muestra,
la consagración obtenida en las instituciones oficiales constituye el parámetro
utilizado para avalar a los artistas. Ante la ausencia de criterios definidos que
guíen los juicios estéticos emitidos por los miembros del partido, la valoración
de los artistas se realiza, en este caso, siguiendo los criterios establecidos por
las tradicionales instancias consagratorias del campo artístico local.
No obstante, la gratitud del PCA con los artistas será más bien efímera.
Tan solo un año más tarde, la inauguración del XIII Salón de Bellas Artes da pie
a la pluma acida de algún colaborador del periódico, quien en dos números con-
tinuados consigna sus impresiones acerca de la muestra, del público asistente y
de la finalidad del arte burgués. En ellos se avisa irónicamente la inauguración
del salón “para afinar nuestros sentidos, ampliar las entendederas y educar los
sentimientos” e inmediatamente se aclara que los trabajadores no podrán asis-
tir al mismo “no porque desdeñen las diversas manifestaciones artísticas, ni los
goces, las impresiones, emociones que de ellas se desprendan”, si no por el he-
cho de que “otras necesidades más apremiantes” absorben su tiempo y “apri-
sionan su alma”. La no concurrencia del pueblo se explica a partir de la pree-
minencia de temáticas burguesas en los cuadros, los cuales no reflejan la vida
de los trabajadores. En esto, juega un papel central la (falta de) sensibilidad de
los artistas, quienes se muestran “ciegos y sordos antes sus alegrías, dolores y
ensueños de aherrojados de nuestra piadosa sociedad”. Esta ausencia también
aparece justificada por la desconfianza del pueblo trabajador hacia “todo lo que
con carácter oficial, quiéraseles endilgar, como indiscutible Arte divino”.12
Curiosamente, la nota se refiere al mismo arte oficial que sí fue bien pon-
derado en ocasión de la muestra organizada por el PCA y en ella se critica a mu-
chos de los artistas que un año antes habían sido elogiados por su participación
en la exposición y su donación de obras para los hambrientos de Rusia. A dife-
rencia de lo ocurrido entonces, en esta oportunidad se juzga a los artistas con
criterios ajenos al campo del arte: es la colaboración o afinidad con el Partido y

11 La Internacional 1922b.
12 La Internacional 1923.
 
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