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Andrea Díaz Mattei
Como podemos deducir a partir de lo relatado hasta aquí, solo encontra-
mos algunas manifestaciones visuales de la negritud argentina ancestral y pre-
sente en forma de acciones de memoria o de recuperación de la memoria que,
si bien son necesarias, no son suficientes. En el arte contemporáneo más actual,
la huella negra deja bastante que desear, lo cual nos lleva a preguntarnos si esto
estará relacionado con la aún elitista o clasista escena / sistema del arte. O si
será que la colonialidad epistémica y del saber aún ejerce su poder profundo en
las clases más cultivadas.
Podemos elaborar algunos bosquejos o apuntes para posibles respuestas.
La descripción fanoniana en Piel negra, máscaras blancas™ y en Los conde-
nados de la tierra,™ de la experiencia vivida por la persona negra, su continua
cosificación y erotización que se dio en el Caribe, no funciona de igual manera
en Argentina. Más bien, la experiencia parece haber sido la desaparición, la ne-
gación e invisibilización de tal experiencia, pues perdura la creencia de que “el
negro argentino no existe”. Esta huella ha quedado relegada solamente a cier-
tas formas del campo semántico del habla popular porteño y argentino en re-
ferirse a las clases trabajadoras y bajas. Por ejemplo, encontramos expresiones
tales como “los negros villeros” para referirse a las personas que viven en las
villas miseria o asentamientos informales en el conurbano de las grandes ciuda-
des, o “la negrada / la peonada” a las cuadrillas de peones u obreros, “negro de
mierda o de alma” en tanto insulto, o “negrito / negrita” para llamar cariñosa-
mente a alguien familiar. Como podemos apreciar, es como si se tratase de una
especie de obliteración del ser negro en pos de un proyecto moderno, blanco y
europeizado del estado-nación argentino, lo cual da cuenta de la colonialidad
de la memoria y del lenguaje a la que hace referencia Santiago Castro-Gómez.
Por otra parte, Boaventura de Sousa Santos describe esta violencia de la
no-representación como “sociología de las ausencias”, dice:
Por sociología de las ausencias entiendo la investigación que tiene como
objetivo mostrar que lo que no existe es, de hecho, activamente produ-
cido como no existente, o sea, como una alternativa no creíble a lo que
existe. [...] La no existencia es producida siempre que una cierta entidad
es descalificada y considerada invisible, no inteligible o desechable. No
hay por eso una sola manera de producir ausencia, sino varias. Lo que las
une es una misma racionalidad monocultural.17 18 19
17 Fanón 1973 [1952],
18 Fanón 1963 [1961],
19 De Sousa Santos 2010: 22.
Andrea Díaz Mattei
Como podemos deducir a partir de lo relatado hasta aquí, solo encontra-
mos algunas manifestaciones visuales de la negritud argentina ancestral y pre-
sente en forma de acciones de memoria o de recuperación de la memoria que,
si bien son necesarias, no son suficientes. En el arte contemporáneo más actual,
la huella negra deja bastante que desear, lo cual nos lleva a preguntarnos si esto
estará relacionado con la aún elitista o clasista escena / sistema del arte. O si
será que la colonialidad epistémica y del saber aún ejerce su poder profundo en
las clases más cultivadas.
Podemos elaborar algunos bosquejos o apuntes para posibles respuestas.
La descripción fanoniana en Piel negra, máscaras blancas™ y en Los conde-
nados de la tierra,™ de la experiencia vivida por la persona negra, su continua
cosificación y erotización que se dio en el Caribe, no funciona de igual manera
en Argentina. Más bien, la experiencia parece haber sido la desaparición, la ne-
gación e invisibilización de tal experiencia, pues perdura la creencia de que “el
negro argentino no existe”. Esta huella ha quedado relegada solamente a cier-
tas formas del campo semántico del habla popular porteño y argentino en re-
ferirse a las clases trabajadoras y bajas. Por ejemplo, encontramos expresiones
tales como “los negros villeros” para referirse a las personas que viven en las
villas miseria o asentamientos informales en el conurbano de las grandes ciuda-
des, o “la negrada / la peonada” a las cuadrillas de peones u obreros, “negro de
mierda o de alma” en tanto insulto, o “negrito / negrita” para llamar cariñosa-
mente a alguien familiar. Como podemos apreciar, es como si se tratase de una
especie de obliteración del ser negro en pos de un proyecto moderno, blanco y
europeizado del estado-nación argentino, lo cual da cuenta de la colonialidad
de la memoria y del lenguaje a la que hace referencia Santiago Castro-Gómez.
Por otra parte, Boaventura de Sousa Santos describe esta violencia de la
no-representación como “sociología de las ausencias”, dice:
Por sociología de las ausencias entiendo la investigación que tiene como
objetivo mostrar que lo que no existe es, de hecho, activamente produ-
cido como no existente, o sea, como una alternativa no creíble a lo que
existe. [...] La no existencia es producida siempre que una cierta entidad
es descalificada y considerada invisible, no inteligible o desechable. No
hay por eso una sola manera de producir ausencia, sino varias. Lo que las
une es una misma racionalidad monocultural.17 18 19
17 Fanón 1973 [1952],
18 Fanón 1963 [1961],
19 De Sousa Santos 2010: 22.