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vida ; y sobre todo la de Velazquez , su maestro , tan difusa,
y adornada de erudición , con ia asistencia de su hermano
el doctor don Henrique de Aiíaro, que sin duda debiera
de intentar formar un libro de sola ella , pues habiéndola
castigado mucho , quitándole mas de otro tanto , bien que
se le han añadido otras cosas, que oí a Carreño, y a otros
antiguos, aun ha quedado bastantemente difusa.
Con esto, y los referidos autores, ayudado de la pro-
pia experiencia, y observación de muchos años, transmigran-
do la mayor parte de España, e informándome de los hom-
bres antiguos de la profesión , se ha podido formar este ca-
talogo de nuestros eminentes españoles en estas artes; y tam-
bién de aquellos extrangeros que han estado en España , y
la han ilustrado en sus obras : en que prevengo , se han
puesto sin cuidado sucesivamente , atendiendo solo a gra-
duarlos , según la serie en que Aorecieron , con poca diferen-
cia, como en el tomo primero, en aquel breve resumen,
según ocurrieron a la memoria , dando a cada uno el trata-
miento con que en la estación de su vida fue conocido : pues
el uso , o abuso cortesano de ios , que en otros tiem-
pos Ce particular merced de los Reyes i , no estaba tan es-
tendido ahora cincuenta años como al presente. Leanse nues-
tras historias, y se escandalizara el escrupuloso de ver a tur
conde de Castilla Fernán González : a el gran capitán pon-
zalo Fernandez de Córdoba : al señor Antonio de Leiva , y
otros de la primera nobleza de España , y del mundo , sin
mas ornato en su nombre que la sencilla imposición que
recibid en el sacro bautismo. It así Pablo de Cespedes,
Alonso Cano, el uno racionero de la santa iglesia de Cór-
doba , y el otro de la de Granada t Pedro Pablo Rubens,
embaxador a estos reynos, y algunos otros de conocida ex-
cepción , se nombran llanamente sin el cortesano epiteeto
del jDotx, porque con el fueran desconocidos, no porque no
mereciesen aditamentos mas gloriosos, sino porque en la es-
tación de su tiempo no estaba en estilo.
Mengua vergonzosa parece de nuestra nación sacar a
la publica palestra del mundo las vidas de nuestros eminen-
tes artíuces, de los quales los mas han vivido en suma corte-
dad ; y los que han llegado a la senectud , han declinado a
el ultrage de la laceria , buscando su último reAigio en la
piedad de los hospitales, quando en las vidas de los extran-
jeros los vemos abundar en riquezas , y quantiosos vínculos,
terminando en magníAcos sepulcros , y honrosos epitaAos.
Desventura de nuestro clima , convertir en delito la natu-
ra-
 
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