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Sztuka Ameryki Łacińskiej — 3.2013

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Merlo Solorio, Jorge Luis: Tránsito de San José: una iconografía divergente
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https://doi.org/10.11588/diglit.52435#0098
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94 JORGE Luis MERLO SOLORIO



anunciada la proximidad del desenlace final, con alma turbada rezó desespera-
damente en el templo de Jerusalen:

i(...) los dias de mi vida se han cumplido, he aqui que yo te ruego, Sefior
Dios, envíes a mí al arcángel san Miguel, para que estć junto a mi hasta
que mi pobre alma salga de mi cuerpo, sin dolor y sin turbación! Porque
para todo hombre hay un gran temor que es la muerte (...) para toda cria-
tura bajo el cielo, que posee un alma viviente, es un dolor y una aflicción
esperar que su alma se separe de su cuerpo (...) No desencadenes contra
mí las olas del río de fuego en que todas las almas se purifican antes de
ver la gloria de tu divinidad's.

Desorientado por la amnesia, con juicio errado, equivocándose en su oficio y
olvidando comer y beber, exangiie prorrumpió en gritos y sollozos:

¡Malhaya yo en este día! ¡Malhaya el día en que mi madre me parió!
¡Malhaya el seno en que recibí el germen de vida! ¡Malhaya los pechos
cuya leche mamé! (...) ¡Malhayan mi lengua y mis labios, que se han
empleado en la injuria, la calumnia, la detracción, el engaño! (...) ¡Ma-
lhaya mi cuerpo, que ha tomado mi alma desierta y extraña al Dios que
la creó! ¿Qué haré yo ahora? Estoy cercado por todas partes. En verdad,
malhaya todo hombre que cometa pecado””.

Clamando perdón a Cristo por haber dudado de la concepción virginal de
su madre y por reprenderlo en la infancia, José yace acostado en cruda agonía,
rogando horrorizado: “¡No dejéis que me lleven!” Envuelto en un mar de lágri-
mas, Jesús se coloca en la cabecera y palpando el corazón del patriarca cae en
la cuenta de que su alma “ya había subido hasta la garganta”, pronta a ser arran-
cada del cuerpo. Mientras María constataba la tragedia en los gélidos pies jo-
sefinos, Cristo congregaba a los hijos del primer matrimonio de San José, 1n-
corporándose éstos en orquesta plañidera. Entrando a escena, llegan la Muerte
y su funesta comitiva:

[En palabras de Jesús] Entonces miré en dirección al mediodía y divi-
sé a la muerte. Entró en la mansión seguida de Amenti, que es su ins-
trumento, con el diablo seguido de sus ayudantes, vestidos de fuego, in-
numerables y echando por la boca humo y azufre (...) Cuando el buen
viejo los divisó, sus ojos vertieron lágrimas. En este momento, el alma
de mi buen padre José se separó, lanzando un suspiro, a la vez que bus-
caba medio de ocultarse, para salvarse (...) me levanté enseguida y ame-
nacé al diablo y a los que iban con él. Y todos se fueron con vergiienza
y gran desorden”.

18 GOoNZÁLEZ BLANCO 2006: 333-334.
19 GONZÁLEZ BLANCO 2006: 335.
20 GOoNZÁLEZ BLANCO 2006: 338.
 
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