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Marta Skwirowska
cios, en los árboles o en los postes. A las diez de la mañana, con el repique de
las campanas de la Catedral en la Plaza Mayor y de los demás templos de la ciu-
dad, se tronaba a los traidores. Tronaba también la algarabía de la muchedum-
bre y la alegría de la multitud21.
Obviamente, el Judas representa al Judas Iscariote, el traidor a Cristo, dis-
cípulo que por su traición fue recompensado con treinta monedas de plata. En
México, la figura tradicional representa al diablo rojo, de vez en cuando con
alas, cuya estructura tiene armazón de carrizo o de alambre. En las páginas del
Manual del Viajero de México (1857), Marco Arróniz comentó la imagen de
Judas:
¡Qué buena sería esta costumbre, si en vez de esos muñecos, recibieran
un castigo el Judas amante, el Judas amigo, el Judas pariente en que tan-
to abunda el mundo y que se gozan en sus falsedades! Pero la sociedad
queda satisfecha con las apariencias, y le bastan esas representaciones,
esos cohetes ruidosos y ese humo que desvanece22.
Parece que este juego, aparentemente inocente, no era tan bienvenido en-
tre las autoridades. Unos años antes, durante la dictadura del presidente Santa
Anna, el Gobernador del Distrito Federal coronel Miguel María de Azacárate,
el día 17 de marzo de 1853 publicó el decreto que prohibió esta costumbre po-
pular. La ejecución del Iscariote que dejó de ser un juego de niños, tenía en el
fondo otro fin muy distinto: “el de proporcionarse cierto desahogo, quemando
en efigie a un individuo para el que se guardan rencores”23 24. El decreto fue pu-
blicado con la intención de “evitar los abusos” que la gente solía cometer du-
rante los días festivos y sobre todo durante el Sábado de Gloria. El primer pun-
to de dicho decreto decía:
En la salva del referido Sábado de Gloria no se tirarán cohetes a mano,
ni se dispararán armas de fuego de ninguna clase, ni se quemarán o ven-
derán los muñecos, que vulgarmente se llaman Judas, siempre que ten-
gan algún vestido o distintivo con que se ridiculice a alguna clase de la
sociedad o alguna persona determinada11.
Parece que diez años después los Judas solo ya tuvieron un significado
simbólico. Sin embargo, el gobierno imperialista de Maximiliano Habsburgo,
ante la sátira popular, el 24 de marzo de 1865 expidió el decreto que decía:
21 Nuñez y Domínguez 1929: 93-95.
22 Luna Parra 1992: 93, Nuñez y Domínguez 1929: 94.
23 Nuñez y Domínguez 1929: 97.
24 Nuñez y Domínguez 1929: 97.
Marta Skwirowska
cios, en los árboles o en los postes. A las diez de la mañana, con el repique de
las campanas de la Catedral en la Plaza Mayor y de los demás templos de la ciu-
dad, se tronaba a los traidores. Tronaba también la algarabía de la muchedum-
bre y la alegría de la multitud21.
Obviamente, el Judas representa al Judas Iscariote, el traidor a Cristo, dis-
cípulo que por su traición fue recompensado con treinta monedas de plata. En
México, la figura tradicional representa al diablo rojo, de vez en cuando con
alas, cuya estructura tiene armazón de carrizo o de alambre. En las páginas del
Manual del Viajero de México (1857), Marco Arróniz comentó la imagen de
Judas:
¡Qué buena sería esta costumbre, si en vez de esos muñecos, recibieran
un castigo el Judas amante, el Judas amigo, el Judas pariente en que tan-
to abunda el mundo y que se gozan en sus falsedades! Pero la sociedad
queda satisfecha con las apariencias, y le bastan esas representaciones,
esos cohetes ruidosos y ese humo que desvanece22.
Parece que este juego, aparentemente inocente, no era tan bienvenido en-
tre las autoridades. Unos años antes, durante la dictadura del presidente Santa
Anna, el Gobernador del Distrito Federal coronel Miguel María de Azacárate,
el día 17 de marzo de 1853 publicó el decreto que prohibió esta costumbre po-
pular. La ejecución del Iscariote que dejó de ser un juego de niños, tenía en el
fondo otro fin muy distinto: “el de proporcionarse cierto desahogo, quemando
en efigie a un individuo para el que se guardan rencores”23 24. El decreto fue pu-
blicado con la intención de “evitar los abusos” que la gente solía cometer du-
rante los días festivos y sobre todo durante el Sábado de Gloria. El primer pun-
to de dicho decreto decía:
En la salva del referido Sábado de Gloria no se tirarán cohetes a mano,
ni se dispararán armas de fuego de ninguna clase, ni se quemarán o ven-
derán los muñecos, que vulgarmente se llaman Judas, siempre que ten-
gan algún vestido o distintivo con que se ridiculice a alguna clase de la
sociedad o alguna persona determinada11.
Parece que diez años después los Judas solo ya tuvieron un significado
simbólico. Sin embargo, el gobierno imperialista de Maximiliano Habsburgo,
ante la sátira popular, el 24 de marzo de 1865 expidió el decreto que decía:
21 Nuñez y Domínguez 1929: 93-95.
22 Luna Parra 1992: 93, Nuñez y Domínguez 1929: 94.
23 Nuñez y Domínguez 1929: 97.
24 Nuñez y Domínguez 1929: 97.