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Ulises Sebastián Serrano Arias, Beatriz Adriana Gaytán Villalpando

levantarlo después y así representar su nacimiento desde el seno de la tierra,
consagrándolo a ella y asegurando su protección. Del mismo modo, en algu-
nas zonas del altiplano central, sobre todo en las de tradición nahua, las muje-
res embarazadas hacen una visita a dichos lugares, donde ofrendan al murciéla-
go pidiendo que les sea fácil su parto y que las premien con el don de la vida.1
A través del tiempo, las cuevas han desempeñado un papel importante en
la vida religiosa humana, por ser consideradas la entrada al mundo subterráneo,
de la oscuridad, regido por espíritus y deidades de la muerte, la enfermedad, el
agua y la fertilidad. Entrar en la oscuridad de la cueva era como penetrar a la
matriz de la Madre Tierra; volver a salir es parte del renacimiento del ser, par-
te de ese submundo donde la chispa de la vida surgió. Las cuevas son pasos di-
rectos al inframundo, el cual no es todo idéntico; ni mucho menos, se agota en
la frontera con nuestro mundo. Los primeros niveles del inframundo son como
los primeros niveles celestes, que se ven a simple vista casi pueden tocarse, por
ahí pasan las nubes y están a veces a tiro de piedra; a veces hasta más bajas que
el observador. Los primeros pisos del inframundo son igualmente reales y per-
ceptibles; sus criaturas se asoman a la superficie como las estrellas hacia aba-
jo. Tal como las nubes tocan las cimas de los cerros, las criaturas de las cuevas
pueden interactuar libremente con el humano que entra; los murciélagos no son
míticos, son reales, y viven en el inframundo.2 Las cuevas, como los manantia-
les, las barrancas, aun los hormigueros, son umbrales que comunican a la casa
del hombre (el ecúmeno3) con lo que le es ajeno (el anecúmeno4).5
Uno de los mitos mesoamericanos narra que el tlatoani de Chalco encerró
en una cueva del volcán a un jorobado. Como éste no tenía qué comer, penetró
y encontró dentro el palacio de Tlaloc. Poco después fueron los emisarios del
señor de Chalco a ver si el jorobado ya había muerto. Lo hallaron con vida, y
contó a todos su extraordinaria experiencia6. Suele ser frecuente que durante la
estancia en este tipo de espacios míticos, o del más allá, se considere al tiempo
subjetivo, es común que el viajero al volver a la superficie vea al mundo con un
ritmo diferente. Un ejemplo popoluca es el del joven que fue al cielo:
Después le preguntó [al joven] el señor Santiago: “¿Cuántos años crees
que tardaste ahí?” El joven le contestó: “Un año.” Él sintió que había sido
poco tiempo. Pero le informó el señor Santiago: “Tardaste treinta años.”
1 Charro Gorgojo 1999: 111-118.
2 Espinosa Pineda 2001: 287.
3 Ecúmene. Es el conjunto de mundo conocido por una cultura. Lugar en que viven los hom-
bres.
4 Anecúmene. Son aquellas zonas de la tierra que antaño fueron desconocidas por una cultu-
ra. Lugar donde los hombres no viven ni procrean.
5 López Austin, Millones 2008: 56.
6 Historia de los mexicanos por sus pinturas 1882: 26.
 
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