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Ana Longoni

En ocasiones lo acompañaba un testigo provisto de una cámara de fotos
(que estaba presente convocado o por casualidad) y registró algunos Vivo-Dito.
El registro fotográfico de la acción no debe confundirse con la obra, pero es lo
único que nos queda de aquellos actos de Greco, cuya existencia se diluía o des-
armaba en el mismo momento de su realización. En muchos casos, no hubo re-
gistro fotográfico y de la existencia de la acción solo existe el relato.
Los Vivo-Dito amplían de manera inaudita la noción del arte a circunstan-
cias cotidianas y a la vez irrepetibles en tanto instantes únicos, efímeros, que
desaparecen poco después de que el artista los firme y declare obras de arte de
su autoría. En ese punto, los Vivo-Dito invierten el gesto de los ready-made
de Duchamp: en lugar de sustraer un objeto común o industrial de su contex-
to usual anulando su función al convertirlo irónicamente en “obra de arte”, la
clave de las acciones de Greco es no intervenir ni separar, sino apenas señalar
como arte algo o alguien que sigue inmerso en su devenir cotidiano. Por otra
parte, no hay azar en su elección, sino una voluntad en la mirada del artista que
se autoarroga la capacidad de señalar que hay arte en la vida, y que no le cabe
representar sino evidenciar esa presencia.
Es evidente el tránsito de la obra al gesto de señalar, del objeto a la acción,
que promueven los Vivo-Dito. “El artista no mostrará más con el cuadro sino
con el dedo”, afirma Greco. “Deberíamos meternos en contacto directo con los
elementos vivos de nuestra realidad: movimiento, tiempo, gente, conversacio-
nes, olores, rumores, lugares, situaciones”. En la línea de concebir la vida coti-
diana como territorio del arte, Greco avanzó en presentarse a sí mismo, su vida
(e incluso su muerte20) como obras de arte.
En esa insistente auto-proclamación como “obra de arte” y en el proyecto
abortado de exponer clochards dentro una galería de arte (dos galerías de París,
Iris Clero y J., rechazan su idea) está el germen inicial del empleo (en el doble
sentido de usar y de contratar) personas vivas como material artístico, idea que
es retomada entre artistas contemporáneos.
Greco practica también otra modalidad de acción, que denomina “incor-
poración de personajes a la tela”, consistente en el acto -en presencia del públi-'
co- de apoyar sobre un bastidor en blanco a una persona real, para trazar con el
pincel su contorno o silueta. Insiste así en una pintura que se resiste a cualquier
pretensión mimética en la representación y se traza apenas como la huella de
la presencia de un cuerpo que respira, una vida real. En distintas convocatorias
en galerías de Madrid y Buenos Aires, apoya a personas, reales, humildes o cé-
lebres (una vendedora de semillas, un vendedor ciego de lotería, un lustrabo-
tas, una mujer de pueblo llamada Encarnación Heredia, el bailarín de flamenco
20 Escribió con tinta china en la palma de su mano la palabra “Fin” antes de suicidarse ingi-
riendo barbitúricos en Barcelona en 1965.
 
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