Vanguardia y revolución como ideas-fuerza en el arte argentino
41
[Fig. 8. Oscar Masotta, “Para inducir al espíritu de la imagen”, Buenos Aires, 1966.]
También en 1966 se produce un giro abrupto en la obra de Ricardo Ca-
rreira,38 que -como la mayoría de sus contemporáneos- abandona la pintura y
opta por trazar otros caminos. Es invitado al Premio Ver y Estimar 1966, una de
las instancias anuales más importantes dentro del circuito institucional abierto
a las nuevas tendencias experimentales. Allí presenta Soga y texto, que tuvo un
carácter fuera de lugar, sorprendentemente inaugural de un nuevo tipo de arte.
La obra constaba de tres partes. La primera consistía en un hilo o una
soga39 que atravesaba toda la sala del Museo de Arte Moderno. Colgaba tensa
a la altura del espectador, dividiendo la sala en dos partes, de modo de afectar
la funcionalidad del espacio mismo, trastocar de este modo la percepción de las
demás obras allí montadas e incomodar la circulación del público.
La segunda parte de la obra se ubicaba en el cubículo o espacio delimitado
que los organizadores habían destinado al artista. Allí, un fragmento del mismo
material se exhibía enrollado sobre un pequeño caballete de madera (o un tabu-
rete, de acuerdo a otra versión).
38 Para ampliar esta breve referencia a Ricardo Carreira, puede consultarse mi ensayo “El
deshabituador. Ricardo Carreira en los inicios del conceptualismo argentino”, Longoni 2006.
39 Hay una diversidad de versiones de esta obra, de la que no queda ni una foto, de acuer-
do a quién sea el entrevistado. Opto por exponer esas variantes o contradicciones, antes que por
componer un relato que vuelva homogénea la memoria.
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[Fig. 8. Oscar Masotta, “Para inducir al espíritu de la imagen”, Buenos Aires, 1966.]
También en 1966 se produce un giro abrupto en la obra de Ricardo Ca-
rreira,38 que -como la mayoría de sus contemporáneos- abandona la pintura y
opta por trazar otros caminos. Es invitado al Premio Ver y Estimar 1966, una de
las instancias anuales más importantes dentro del circuito institucional abierto
a las nuevas tendencias experimentales. Allí presenta Soga y texto, que tuvo un
carácter fuera de lugar, sorprendentemente inaugural de un nuevo tipo de arte.
La obra constaba de tres partes. La primera consistía en un hilo o una
soga39 que atravesaba toda la sala del Museo de Arte Moderno. Colgaba tensa
a la altura del espectador, dividiendo la sala en dos partes, de modo de afectar
la funcionalidad del espacio mismo, trastocar de este modo la percepción de las
demás obras allí montadas e incomodar la circulación del público.
La segunda parte de la obra se ubicaba en el cubículo o espacio delimitado
que los organizadores habían destinado al artista. Allí, un fragmento del mismo
material se exhibía enrollado sobre un pequeño caballete de madera (o un tabu-
rete, de acuerdo a otra versión).
38 Para ampliar esta breve referencia a Ricardo Carreira, puede consultarse mi ensayo “El
deshabituador. Ricardo Carreira en los inicios del conceptualismo argentino”, Longoni 2006.
39 Hay una diversidad de versiones de esta obra, de la que no queda ni una foto, de acuer-
do a quién sea el entrevistado. Opto por exponer esas variantes o contradicciones, antes que por
componer un relato que vuelva homogénea la memoria.