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Poéticas oblicuas. Edgardo Antonio Vigo en la Diagonal Cero

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inclasificable que se desmarcaba revoltosa y desafiantemente de las categorías
y géneros institucionalizados, atacando la integridad de sus trayectos normali-
zados. En tomo al troquelado y al corte del papel, Vigo fue tramando un do-
minio poético que se extendió a su producción xilográfica de esos años, como
en la serie de xilografías y xilografías-objeto que realizó en homenaje a Lucio
Fontana.
En 1968, a partir del contacto con el poeta paraguayo Miguel Ángel Fer-
nández, colaborador de Diagonal Cero, Vigo realizó una exposición titulada Xi-
lografías y “cosas” visuales en la galería del Instituto Latinoamericano de Re-
laciones Internacionales (ILARI) en Asunción, Paraguay. El término “cosas”,
que entonces hacía referencia a su revista, aparecía extendido en la prolifera-
ción insubordinada e inclasificable de piezas, poesías visuales, objetos múlti-
ples y envíos postales. Con motivo de la inauguración de la muestra, Vigo sos-
tuvo en una entrevista, a propósito de Diagonal Cero'.
Hoy creo que la COSA TRIMESTRAL en que se ha convertido también
testimonia un devenir: no es más una revista ni una publicación. Es un
receptáculo de hojas sueltas que pueden jugar dentro de él sin orden pre-
meditado, o no seguir necesariamente el orden que uno da.55
Si la participación del lector o espectador en el proceso artístico cons-
tituía una preocupación central en el programa poético y político de Vigo, la
apuesta radical de la nueva poesía en Diagonal Cero prolongaba esta exigen-
cia en la reinvención de la revista como artefacto mudable. La página podía
ser dispersada y movilizar otros recorridos de lectura posibles, involucrando al
lector en una apropiación desnaturalizada, inventiva y modificadora del obje-
to. En 1967, en el editorial del número 23 de la revista Vigo se pronunció por
una “estética de la participación”, a la que caracterizó como un “estado revo-
lucionario”, opuesta a “la tradicional y clásica estética de la observación”.56 En
el mismo texto, caracterizó al espectador como “observador-participante”. En
esta noción, Vigo seguramente retomaba su idea del “observador” como agen-
te que “re-crea” la obra, que varios años antes había expuesto en el número 1
de Diagonal Cero, pero a la vez apuntaba a complejizar ese argumento. Si la
participación de la poesía, afirmó, “estaba ceñida únicamente en la posibilidad
de re-creación o entendimiento del poeta clásico, la estética de la participación
contemporánea entra directamente en la práctica de la modificación que puede
imprimirse a lo visto por parte del observador.”57

55 La Tribuna 1968. Las mayúsculas pertenecen al original. El destacado en itálicas me per-
tenece.
56 Vigo 1967.
57 Vigo 1967.
 
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