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Viviana Usubiaga
Las producciones artísticas de la época dan cuenta de esta experiencia so-
cial desde diferentes estrategias puestas en juego por los artistas. Sostengo que
en tanto las obras de arte participan en la producción social de recuerdos indi-
viduales y colectivos, configuran imágenes que forman parte de las represen-
taciones sociales de lo acontecido. En este sentido, cabe preguntarse en qué
medida los artistas pueden ser pensados como portavoces autorizados de una
memoria de la dictadura y hasta qué punto un trabajo de reinscripción y recir-
culación de sus obras permiten generar nuevos “testigos”2, en generaciones que
no han padecido en forma directa los eventos trágicos.
Los encuentros entre artistas y poetas fueron cruciales durante el térmi-
no de la última dictadura y el tránsito hacia la democracia en la Argentina.
Los modos de producción grupal permearon el aislamiento torneado por la
represión y fogonearon una intensidad creativa menos programática que im-
provisada. Un simple trabajo en conjunto, de carácter desinteresado, se vuel-
ve significativo cuando el sistema represivo y el estado de sitio habían mode-
lado las experiencias de socialización: sospechar y ser sospechado había sido
la encrucijada convertida en norma. Desde mediados de los años 70, la muer-
te agazapada había impuesto las conversaciones en voz baja, las declaracio-
nes íntimas, las ideas circulando en silencio. Desafiar el miedo era ensayar
algo por fuera de lo imperceptible. Los balbuceos de planos sobre el lienzo y
la verbosidad desorbitada en la página definieron los pasos hacia una nueva
libertad expresiva.
En español, la expresión “al acecho” refiere a algo que se encuentra a es-
condidas, aguardando cautelosamente, algo que permanece oculto, esperando
en alerta y con cuidado, por algún propósito. Con la noción de imágenes y pa-
labras al acecho me refiero a un corpus de obras artísticas y poéticas elaboradas
durante la dictadura, incluso exhibidas o publicadas durante la dictadura, pero
cuyos significados profundos, vinculados al contexto autoritario permanecieron
ocultos a las interpretaciones y a las miradas contemporáneas al momento en
que se gestaron. Aun cuando sus significados fueran percibidos, no podían ser
enunciados en ese entonces, ya fuera por censura o autocensura. No obstante,
los sentidos de esas imágenes y palabras al acecho pudieron ser activados en
otros contextos u otros tiempos, pasada la gran pesadilla dictatorial. Su poten-
cial de sentidos nos interpela y nos habilita a sumarlas a un trabajo de memo-
ria en permanente construcción. Con el objetivo de contribuir al estudio trans-
disciplinar de la historia cultural argentina entre la dictadura y la postdictadura,
este artículo retoma e impulsa el análisis de algunas producciones compartidas
2 Laub 1992: 75-92.
Viviana Usubiaga
Las producciones artísticas de la época dan cuenta de esta experiencia so-
cial desde diferentes estrategias puestas en juego por los artistas. Sostengo que
en tanto las obras de arte participan en la producción social de recuerdos indi-
viduales y colectivos, configuran imágenes que forman parte de las represen-
taciones sociales de lo acontecido. En este sentido, cabe preguntarse en qué
medida los artistas pueden ser pensados como portavoces autorizados de una
memoria de la dictadura y hasta qué punto un trabajo de reinscripción y recir-
culación de sus obras permiten generar nuevos “testigos”2, en generaciones que
no han padecido en forma directa los eventos trágicos.
Los encuentros entre artistas y poetas fueron cruciales durante el térmi-
no de la última dictadura y el tránsito hacia la democracia en la Argentina.
Los modos de producción grupal permearon el aislamiento torneado por la
represión y fogonearon una intensidad creativa menos programática que im-
provisada. Un simple trabajo en conjunto, de carácter desinteresado, se vuel-
ve significativo cuando el sistema represivo y el estado de sitio habían mode-
lado las experiencias de socialización: sospechar y ser sospechado había sido
la encrucijada convertida en norma. Desde mediados de los años 70, la muer-
te agazapada había impuesto las conversaciones en voz baja, las declaracio-
nes íntimas, las ideas circulando en silencio. Desafiar el miedo era ensayar
algo por fuera de lo imperceptible. Los balbuceos de planos sobre el lienzo y
la verbosidad desorbitada en la página definieron los pasos hacia una nueva
libertad expresiva.
En español, la expresión “al acecho” refiere a algo que se encuentra a es-
condidas, aguardando cautelosamente, algo que permanece oculto, esperando
en alerta y con cuidado, por algún propósito. Con la noción de imágenes y pa-
labras al acecho me refiero a un corpus de obras artísticas y poéticas elaboradas
durante la dictadura, incluso exhibidas o publicadas durante la dictadura, pero
cuyos significados profundos, vinculados al contexto autoritario permanecieron
ocultos a las interpretaciones y a las miradas contemporáneas al momento en
que se gestaron. Aun cuando sus significados fueran percibidos, no podían ser
enunciados en ese entonces, ya fuera por censura o autocensura. No obstante,
los sentidos de esas imágenes y palabras al acecho pudieron ser activados en
otros contextos u otros tiempos, pasada la gran pesadilla dictatorial. Su poten-
cial de sentidos nos interpela y nos habilita a sumarlas a un trabajo de memo-
ria en permanente construcción. Con el objetivo de contribuir al estudio trans-
disciplinar de la historia cultural argentina entre la dictadura y la postdictadura,
este artículo retoma e impulsa el análisis de algunas producciones compartidas
2 Laub 1992: 75-92.