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Imágenes y palabras al acecho

171

gobiernos /y antes
de hacernos una violencia
a que no se someta
/ la independencia /
/y la rectitud /
de nuestro carácter, preferimos
dejar de la mano la pluma / que hemos consagrado
exclusivamente /
a las legítimas conveniencias de la Patria.
DEJAMOS DE ESCRIBIR EL DÍA
EN QUE NO PODEMOS SER VIRLA 12
Desde estas primeras grandilocuentes palabras, los autores ponen en uso
cierta retórica asimilable a la utilizada en los discursos públicos de los mili-
tares, colmados por aquellos años de referencias sobre el deber de servir a la
Patria. El poemario se autodefine al presentarse como un “drama púdico pero
aclamado en un acto para 60 minutos, 30 segundos, exactamente”. Eligen dar-
le aspecto de sainete, es decir, una pieza teatral breve de tema jocoso y de ca-
rácter popular, para desplegar una serie de reflexiones sobre la representación
(teatral). Abundan allí sentencias que aluden -más o menos elípticamente, de
modos irónicos y burlones- al contexto represivo y de autoritarismo reinante
por entonces.
El intenso encuentro de las plumas de Carrera y Lamborghini se produjo
en una atmósfera que conjugaba el miedo con aplausos de aliciente para la pe-
queña hija de Arturo, quien avanzaba en el proceso de control de esfínteres y
cada logro era festejado en aquella casona de Pringles efectivamente con pal-
mas. Así, cuenta Carrera que los sonidos de los aplausos de alegría se unían
a los de temor y conformaban, parafraseando al poeta neobarroco cubano José
Lezama Lima, “una literatura que se entrega como amuleto doloroso”.13 En este
caso, los autores concentran en el poema una tensión entre la invitación al silen-
cio: “Es necesario leer este drama sainetesco -instruyen- en un locus determi-
nado, predeterminado: el silencio” y la incitación a aplaudir. Como un paratex-
to, la indicación “(¡¡¡¡Aplausos!!!!)” abre o cierra cada página. Entre paréntesis
pero con triples signos de exclamación, de “lo callado” a “lo bullicioso” inda-
gan en “los efectos de la escritura.” Los poetas parecen querer tajear una y otra
vez el silencio circundante, no por la palabra -vigilada por aquellos tiempos-
sino por la instrumentación de predeterminados aplausos.
12 El poemario se publicó veinte años más tarde. Estos fragmentos citados y los que siguen
pertenecen a la mencionada edición. Carrera, Lamborghini 2002: 7.
13 Arturo Carrera en: Libertella 2002.
 
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