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GEORG LEHNERT
Isabel de Marburg, también confeccionada en Aquis-
grán. En cambio, se diferencia de ella la de San Remado,
de Stavelot, también creada en Aquisgrán. A pesar de
su longitud (2 m.) no posee dicha distribución ; pero,
aunque terminada en 1263, conserva todavía las formas
puramente románicas, mientras que la escuela vecina
del Mosa hacía ya un decenio que trabajaba según las
normas del estilo gótico. Precisa tener en cuenta la
relación verdaderamente íntima de todas estas produc-
ciones de las artes industriales románicas con la arquitec-
tura eclesiástica de aquella época ; en ellas se expresa
una vez más la idea capital de dicha arquitectura : la
tendencia hacia Dios. Este hecho se explica perfecta-
mente no olvidando que en la mayoría de los casos,
junto con el taller de manufactura, se desarrollaba una
importante escuela arquitectónica.
En oposición a este taller de Aquisgrán, posible-
mente de carácter seglar, figura el taller de Colonia
como una manifestación totalmente monacal. Al pare-
cer, floreció en el monasterio benedictino de San Pan-
taleón. El primer maestro que nosotros conocemos de
esta época es Eilberto, a quien se debe el altar portátil
del tesoro de los Güelfos y otros tres altares portátiles
semejantes, aparte de la arqueta de San Víctor, en
Xanten, y un altarcillo portátil, en Darmstadt, cuyas
figuras están talladas en diente de ballena. Esta mate-
ria fué empleada frecuentemente en dicho taller, en
sustitución del marfil. La arqueta en cuestión es del
año 1129; la actividad de Eilberto corresponde a este
y a los dos decenios siguientes. Dicho maestro emplea
GEORG LEHNERT
Isabel de Marburg, también confeccionada en Aquis-
grán. En cambio, se diferencia de ella la de San Remado,
de Stavelot, también creada en Aquisgrán. A pesar de
su longitud (2 m.) no posee dicha distribución ; pero,
aunque terminada en 1263, conserva todavía las formas
puramente románicas, mientras que la escuela vecina
del Mosa hacía ya un decenio que trabajaba según las
normas del estilo gótico. Precisa tener en cuenta la
relación verdaderamente íntima de todas estas produc-
ciones de las artes industriales románicas con la arquitec-
tura eclesiástica de aquella época ; en ellas se expresa
una vez más la idea capital de dicha arquitectura : la
tendencia hacia Dios. Este hecho se explica perfecta-
mente no olvidando que en la mayoría de los casos,
junto con el taller de manufactura, se desarrollaba una
importante escuela arquitectónica.
En oposición a este taller de Aquisgrán, posible-
mente de carácter seglar, figura el taller de Colonia
como una manifestación totalmente monacal. Al pare-
cer, floreció en el monasterio benedictino de San Pan-
taleón. El primer maestro que nosotros conocemos de
esta época es Eilberto, a quien se debe el altar portátil
del tesoro de los Güelfos y otros tres altares portátiles
semejantes, aparte de la arqueta de San Víctor, en
Xanten, y un altarcillo portátil, en Darmstadt, cuyas
figuras están talladas en diente de ballena. Esta mate-
ria fué empleada frecuentemente en dicho taller, en
sustitución del marfil. La arqueta en cuestión es del
año 1129; la actividad de Eilberto corresponde a este
y a los dos decenios siguientes. Dicho maestro emplea