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LIBRO SEPTIMO.

141
lo vestido. Y que diremos de la pintura del juicio final, tan
justamente celebrada, de mano del insigne Micael Angel,
y colocada en el Vaticano , tan llena de desnudos , y tan sin,
recato, que muchos de los santos tienen manifiesta su vi-
rilidad ? Y colocada en el consistorio supremo de la igle-
sia católica ? Conheso mi ignorancia , y cautivo mi enten-
dimiento.
Y así soy de sentir, salvo el superior dictamen de los
doctos moralistas, que se debe hacer distinción entre lo des-
nudo , y lo deshonesto , y mucho mas de lo lascivo. Y que
se pueden pintar las historias sagradas con aquellos desnudos
que las tiene ya recibidas la iglesia nuestra madre, y la cos-
tumbre christiana, procurando siempre usar de toda la in-
dustria posible para honestar el desnudo en los casos pre-
cisos , especialmente en las mugeres : ya con el cabello, ya
con algún cendal, si lo admite la historia, ya buscándole
la actitud , y contorno mas modesto , ó ya encubriendo par-
te de la hgura , con otra que se le anteponga, como Adan,
a Eva; y á santa Agueda , ú santa Catalina martyr; y algún
verdugo que las este atando. Y finalmente concluyo remi-
tiéndome a la discreción del artífice christiano, prudente,
modesto, y de timorata conciencia, en que solo prevengo,
que para las fábulas hay alguna mas licencia , pero ninguna
para la deshonestidad , y lascivia; sujetando en esto, y en
todo , mi dictamen a la superior censura de los doctos, y de
nuestra santa madre iglesia católica romana.
§. iv.
í^esta ahora tratar de otro linage de pinturas, que sin ser
desnudas, ni deshonestas, suelen ser accidentalmente provo-
cativas. Estas son los retratos pequeños , que llaman de /hZ
, y por otro nombre ; en que no po-
demos negar, que el retrato de su naturaleza es indiferen-
te , y aun pudiéramos decir, directamente bueno, si los fines,
y el mal uso no le vician , que de esta forma no hay co-
sa , por buena que sea, que no este expuesta a la siniestra
jurisdicción del abuso. Christo Señor nuestro nos dexó re-
petidos testimonios de esta verdad en diferentes retratos de
su humanidad santísima , con que enriqueció a su esposa la
Iglesia, para prendas de su amor en los desconsuelos de su
ausencia , como difusamente notamos en la teórica, espe-
cialmente lib. 2. cap. 3. §. 2. Y así vuelvo á decir, que por
lo menos, el ser indiferente el retrato de su naturaleza , no
se le puede negar , y consiguientemente el ser lícito. Pero a
veces concurren tales circunstancias, que absolutamente le

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