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Sztuka Ameryki Łacińskiej — 4.2014

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González, Ricardo: Imágenes y retablos de las cofradías de Buenos Aires colonial
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https://doi.org/10.11588/diglit.52437#0043
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Imágenes y retablos de las cofradías de Buenos Aires colonial

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dado de las ropas y alhajas era comúnmente confiado a algunas de las cofradas
que podían tener un cargo designado para ello - camarera - o ser nombradas di-
rectamente por el mayordomo. En algunos casos, como el de la hermandad del
Rosario, se disponía además de esclavas dejadas a la hermandad testamentaria-
mente que llevaban la parte dura del trabajo remedando las tareas cotidianas de
servicio. El vestido en sí constituía en cambio un ceremonial social que a me-
nudo se desarrollaba en casas particulares donde la imagen era trasladada y se
mudaban las prendas comunes por las de fiesta. Las participantes vestían y ade-
rezaban la imagen con sus enaguas, camisas y vestiduras, sus joyas y atributos
de un modo en nada diferente al que ellas recibían de su servidumbre, reprodu-
cido simbólicamente. En varios de los documentos se consigna la prohibición
de efectuar estos traslados, muestra de que ocurrían: era una “privatización” del
culto y una manifestación pública de esa privatización54.
La popularidad de esta costumbre en el mundo hispánico e hispanoame-
ricano llevó a la aparición de un nuevo elemento arquitectónico destinado a al-
bergarla: el camarín. Se trataba de un cuarto pequeño y ricamente decorado, si-
tuado detrás del altar a cierta altura, desde el que se accedía a la parte de atrás
del nicho principal del retablo mayor. De ese modo la imagen podía retirarse
para su arreglo de una forma cómoda y evitando los traslados. El único que co-
nocemos en Buenos Aires pertenecía a la Virgen de la Merced, que estaba a car-
go de la cofradía del Santo Escapulario y que sobrevivió al cambio de retablo
en la década de 178055.
El velo. Las imágenes no estaban comúnmente expuestas a la vista públi-
ca, siendo cubiertas con cortinas o con velos, es decir, cuadros que represen-
taban su mismo tema u otro pertinente. Si el vestido acercaba a los fieles y las
imágenes de culto, contrariamente el velo servía para reforzar la veneración
y remarcar su valor especial alzando una barrera entre la percepción ordinaria
y el espacio cerrado del nicho que acentuaba su carácter sagrado. Esta costum-
bre, que aparece formulada ya en los estatutos del Santo Cristo (1671), se con-
serva hasta fines del período colonial, como lo confirma la carta de Antonio Le-
tamendi, de 1799:
“Celebro que hayan V. Mrds. empezado la obra de renovación de la capi-
lla de Nuestra Señora (...) y si después hubiesen de colocarla en el mis-
mo altar, me parece convendría hacerle un retablo nuevo y quitando los
vidrios del nicho poner en su lugar un velo con el retrato de la misma
imagen, no descubriendo ésta sino en las funciones: así quedarían segu-
ras sus alhajas y la devoción con más aumento”56.
54 ADBA, 1772: 54 - 54 v.
55 AGN, S. XIII, 15.2.5: año 1763.
56 Martínez Paz 1918: 5.
 
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