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Mayela Flores Enríquez
y ejercicio de la doctrina cristiana, que supieran coser, labrar y tejer.29 Con base
en este dato, habría que destacar que la publicación sugiere que el origen de los
dechados, en el caso de México, puede ubicarse en el siglo XVI.
En relación con lo anterior, otra fuerte tendencia de las publicaciones es es-
tablecer una relación casi obligatoria entre la enseñanza de los dechados y el ám-
bito conventual femenino, considerando los tres siglos que duró el periodo vi-
rreinal. Se destaca que en los conventos, las monjas adoctrinaban a las niñas que
ingresaban a ellos, transmitiéndoles los conocimientos, usos y costumbres que
habían guiado sus propias vidas; se propone que se generó un método no insti-
tuido de enseñanza a través del que se transmitieron y ejercitaron la “doctrina
cristiana, lectura, escritura, labores femeniles [entre ellas el bordado], música y
en ocasiones matemáticas y algunas veces algo de latín, [...] trasunto de lo que
en España se acostumbraba”30. Sin lugar a dudas, existió una práctica enfática
de labores de costura en este contexto, sin embargo, no he encontrado dechados
que provengan de este ámbito. Considero que es de suma importancia repensar
las afirmaciones que se han realizado acerca de los dechados virreinales y, espe-
cialmente, acerca de los realizados en el ámbito conventual, ya que los ejemplos
más antiguos que se conocen, datan de finales del siglo XVIII y no dan cuenta de
una relación explícita con dicho contexto, además de que aún no he encontrado
documentos que mencionen o sugieran su existencia. Los libros de talante reli-
gioso, que ya desde la segunda mitad del siglo XVII integran el término al reper-
torio de metáforas usadas para apuntar una vida ejemplar de inspiración católica,
sugieren una posibilidad ante la falta de evidencias señalada.31
Además de la proposición de los conventos como parteaguas de la crea-
ción de los dechados en el México virreinal, también se ha enfatizado la impor-
tancia que tuvo su realización en el ámbito del hogar, en colegios e inclusive en
los talleres de bordado masculinos, todo ello sin establecer pautas temporales
para su desarrollo en uno u otro espacio y sin señalar tampoco piezas o docu-
mentos que sirvan como evidencia de ello, o bien, como ejemplo de las caracte-
rísticas que distinguieron cada caso. También quisiera señalar que, aunque todo
apunta a que es probable que se realizaran dechados en los conventos virreina-
les, sólo se conocen ejemplos que respalden tal afirmación para el caso de con-
ventos/colegios como el de la Enseñanza Nueva o de Inditas, lugar en donde
fue realizado el dechado con el que inicié este artículo. Queda pendiente revi-
sar inventarios de bienes de monjas con más detenimiento, archivos de fondos
conventuales, así como más piezas.
29 Hernández Ramírez 1995: 27.
30 Gómez Cañedo 1928: 834.
31 Como ejemplo considérense las publicaciones sobre Santa Teresa de Jesús, las cuales tuvie-
ron gran influencia durante el periodo referido: Jesús 1675: 52.
Mayela Flores Enríquez
y ejercicio de la doctrina cristiana, que supieran coser, labrar y tejer.29 Con base
en este dato, habría que destacar que la publicación sugiere que el origen de los
dechados, en el caso de México, puede ubicarse en el siglo XVI.
En relación con lo anterior, otra fuerte tendencia de las publicaciones es es-
tablecer una relación casi obligatoria entre la enseñanza de los dechados y el ám-
bito conventual femenino, considerando los tres siglos que duró el periodo vi-
rreinal. Se destaca que en los conventos, las monjas adoctrinaban a las niñas que
ingresaban a ellos, transmitiéndoles los conocimientos, usos y costumbres que
habían guiado sus propias vidas; se propone que se generó un método no insti-
tuido de enseñanza a través del que se transmitieron y ejercitaron la “doctrina
cristiana, lectura, escritura, labores femeniles [entre ellas el bordado], música y
en ocasiones matemáticas y algunas veces algo de latín, [...] trasunto de lo que
en España se acostumbraba”30. Sin lugar a dudas, existió una práctica enfática
de labores de costura en este contexto, sin embargo, no he encontrado dechados
que provengan de este ámbito. Considero que es de suma importancia repensar
las afirmaciones que se han realizado acerca de los dechados virreinales y, espe-
cialmente, acerca de los realizados en el ámbito conventual, ya que los ejemplos
más antiguos que se conocen, datan de finales del siglo XVIII y no dan cuenta de
una relación explícita con dicho contexto, además de que aún no he encontrado
documentos que mencionen o sugieran su existencia. Los libros de talante reli-
gioso, que ya desde la segunda mitad del siglo XVII integran el término al reper-
torio de metáforas usadas para apuntar una vida ejemplar de inspiración católica,
sugieren una posibilidad ante la falta de evidencias señalada.31
Además de la proposición de los conventos como parteaguas de la crea-
ción de los dechados en el México virreinal, también se ha enfatizado la impor-
tancia que tuvo su realización en el ámbito del hogar, en colegios e inclusive en
los talleres de bordado masculinos, todo ello sin establecer pautas temporales
para su desarrollo en uno u otro espacio y sin señalar tampoco piezas o docu-
mentos que sirvan como evidencia de ello, o bien, como ejemplo de las caracte-
rísticas que distinguieron cada caso. También quisiera señalar que, aunque todo
apunta a que es probable que se realizaran dechados en los conventos virreina-
les, sólo se conocen ejemplos que respalden tal afirmación para el caso de con-
ventos/colegios como el de la Enseñanza Nueva o de Inditas, lugar en donde
fue realizado el dechado con el que inicié este artículo. Queda pendiente revi-
sar inventarios de bienes de monjas con más detenimiento, archivos de fondos
conventuales, así como más piezas.
29 Hernández Ramírez 1995: 27.
30 Gómez Cañedo 1928: 834.
31 Como ejemplo considérense las publicaciones sobre Santa Teresa de Jesús, las cuales tuvie-
ron gran influencia durante el periodo referido: Jesús 1675: 52.