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Ana Longoni
En ese sentido, son alusivas las metáforas violentistas empleadas en el
manifiesto inicial de la publicación: “A SOBRE no lo queremos intacto / que-
remos que se deshaga, / que se gaste, / que se arroje como una granada:/ QUE
SEA UN ARMA”. La imagen de “una granada” no ilustra solo el efecto de es-
tallido sobre la conciencia de los lectores sino también su forma de funciona-
miento: SOBRE explota y origina una multitud de fragmentos disímiles que se
dispersan, cayendo e incrustándose en distintos lugares.
La apelación al lector para que disperse y use en forma agitativa el mate-
rial es alentada en forma casi imperativa por los impulsores de la publicación
(en su manifiesto editorial se indica: “si al cabo de una semana SOBRE está in-
tacto/ y usted no ha discutido, no ha pensado, no se ha reunido/ PARA HACER
ALGO/ es que no ha sabido usarlo/ en cuyo caso, por favor, no lo compre más: /
hay muy pocos ejemplares circulando”). El llamado a la acción que quiere pro-
piciar esta anti-revista está presente en la inquietante imagen realizada por Ja-
coby -desde el anonimato- en SOBRE n° 1, conocida como el anti-afiche. Se
trata de un artefacto incómodo, con el que no se sabe qué hacer: es un afiche que
reclama no ser usado como tal. El anti-afiche es, por cierto, un llamado a la ac-
ción. “Un guerrillero no muere para que se lo cuelgue en la pared”: su sacrificio
tiene sentido solo si otros (nosotros) continuamos su camino de lucha.
A la vez, lo más sorprendente de] anti-afiche es la anticipación con la que
propone, tan poco después del asesinato de Ernesto Guevara en Bolivia, una
crítica a la apropiación mediática de su imagen y su rápida conversión en icono
pop. Eligió para ello precisamente la famosa imagen del guerrillero fotografia-
do por Korda que hoy vemos multiplicada por doquier, convertida en la super-
ficie de un mito o un emblema comercial, la fachada opaca que obtura cualquier
exploración más allá de su brillo fatuo.
En coincidencia con el ideario que tiende a superponer, encimar y disol-
ver en un solo término los conceptos de “vanguardia” y “revolución”, se pue-
de leer la publicación de El arte de América Latina es la revolución, del artis-
ta argentino Luis Felipe Noé -que fue partícipe activo del apoyo de artistas e
intelectuales latinoamericanos a la Unidad Popular, junto al crítico brasileño
Mario Pedrosa, al poeta argentino Aldo Pellegrini entre otros. El mapa inver-
tido de América que propone Noé en la portada de su opúsculo establece “un
puente directo entre las posiciones latinoamericanistas de la primera mitad del
siglo XX y los ideales revolucionarios que signaron el continente desde media-
dos de los años sesenta”,51 al citar el conocido mapa de Joaquín Torres García
-que acompañó en 1935 su manifiesto “Escuela del Sur”-, insistiendo en la ar-
bitrariedad de la convención cartográfica que asocia el norte con el arriba como
51 Marchesi 2010: 125.
Ana Longoni
En ese sentido, son alusivas las metáforas violentistas empleadas en el
manifiesto inicial de la publicación: “A SOBRE no lo queremos intacto / que-
remos que se deshaga, / que se gaste, / que se arroje como una granada:/ QUE
SEA UN ARMA”. La imagen de “una granada” no ilustra solo el efecto de es-
tallido sobre la conciencia de los lectores sino también su forma de funciona-
miento: SOBRE explota y origina una multitud de fragmentos disímiles que se
dispersan, cayendo e incrustándose en distintos lugares.
La apelación al lector para que disperse y use en forma agitativa el mate-
rial es alentada en forma casi imperativa por los impulsores de la publicación
(en su manifiesto editorial se indica: “si al cabo de una semana SOBRE está in-
tacto/ y usted no ha discutido, no ha pensado, no se ha reunido/ PARA HACER
ALGO/ es que no ha sabido usarlo/ en cuyo caso, por favor, no lo compre más: /
hay muy pocos ejemplares circulando”). El llamado a la acción que quiere pro-
piciar esta anti-revista está presente en la inquietante imagen realizada por Ja-
coby -desde el anonimato- en SOBRE n° 1, conocida como el anti-afiche. Se
trata de un artefacto incómodo, con el que no se sabe qué hacer: es un afiche que
reclama no ser usado como tal. El anti-afiche es, por cierto, un llamado a la ac-
ción. “Un guerrillero no muere para que se lo cuelgue en la pared”: su sacrificio
tiene sentido solo si otros (nosotros) continuamos su camino de lucha.
A la vez, lo más sorprendente de] anti-afiche es la anticipación con la que
propone, tan poco después del asesinato de Ernesto Guevara en Bolivia, una
crítica a la apropiación mediática de su imagen y su rápida conversión en icono
pop. Eligió para ello precisamente la famosa imagen del guerrillero fotografia-
do por Korda que hoy vemos multiplicada por doquier, convertida en la super-
ficie de un mito o un emblema comercial, la fachada opaca que obtura cualquier
exploración más allá de su brillo fatuo.
En coincidencia con el ideario que tiende a superponer, encimar y disol-
ver en un solo término los conceptos de “vanguardia” y “revolución”, se pue-
de leer la publicación de El arte de América Latina es la revolución, del artis-
ta argentino Luis Felipe Noé -que fue partícipe activo del apoyo de artistas e
intelectuales latinoamericanos a la Unidad Popular, junto al crítico brasileño
Mario Pedrosa, al poeta argentino Aldo Pellegrini entre otros. El mapa inver-
tido de América que propone Noé en la portada de su opúsculo establece “un
puente directo entre las posiciones latinoamericanistas de la primera mitad del
siglo XX y los ideales revolucionarios que signaron el continente desde media-
dos de los años sesenta”,51 al citar el conocido mapa de Joaquín Torres García
-que acompañó en 1935 su manifiesto “Escuela del Sur”-, insistiendo en la ar-
bitrariedad de la convención cartográfica que asocia el norte con el arriba como
51 Marchesi 2010: 125.