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Natalia Fortuny

Lleva una remera blanca en donde se trazan sombras informes. Nadie parece
advertir su presencia.
En otra imagen hay una chica de espaldas a una pared, en medio de una
extraña perspectiva: sobre ella y su entorno se proyectan hileras de sogas con
fotos de rostros. Son las fotos que cuelgan los familiares de los desapareci-
dos argentinos, en sus marchas para pedir justicia, especialmente en la Plaza
de Mayo, frente a la casa de Gobierno Nacional. Estas fotos de carné en blan-
co y negro, ampliadas y colgadas, son el símbolo claro de los desaparecidos,
y muchas veces son las únicas imágenes que se conservan de ellos. Aquí, ade-
más de perderse en medio de las imágenes proyectadas, la joven retratada so-
porta en su espalda una foto en particular: la de una mujer, seria y de pelo cor-
to, que mira hacia algún lejano punto del extremo inferior derecho. Quizá se
trate de su madre.
Otra foto muestra un plano medio de una chica con el torso desnudo, de
espaldas contra una pared. Tiene los ojos cerrados y un gesto complacido. So-
bre el muro se proyecta una fotografía que arma un fondo de ciudad: árboles,
casas, gente mirando por una ventana. En este fondo y justo sobre la piel de su
espalda se dibuja con gran detalle una pareja joven con un bebé: el padre y el
bebé están serios y la madre sonríe. Los tres miran la cámara.
Las tres imágenes pertenecen a la serie fotográfica Arqueología de la au-
sencia, de Lucila Quieto (1977), cuyo padre, Carlos Quieto, fue desaparecido
por la última dictadura militar argentina, cuando Lucila estaba aún en la pan-
za de su mamá.
A Lucila la idea de estos retratos le surgió a partir de una ausencia: no te-
nía ninguna foto suya junto a su padre en el álbum familiar. “Lo que tengo que
hacer”, se dijo, “es meterme en la imagen, construir esa imagen que siempre
he buscado”.20 Entonces, en 1999, de manera artesanal y como trabajo de te-
sis para una escuela de fotografía, escaneó las imágenes que tenía de su padre,
las proyectó sobre la pared, y se metió en medio para tomar una nueva fotogra-
fía, una imagen doble e imposible, que los contuviera por primera vez a ambos.
Luego de ver el resultado y la reacción emocionada de algunos de sus compañe-
ros, puso un cartel en la sede de Hijos.21 que decía: “Si querés tener la foto que
siempre soñaste y nunca pudiste tener, ahora es tu oportunidad, no te la pierdas.
Llámame”. Y así el juego con las fotos empezó a hacerse colectivo. Fuertemen-
te colectivo, porque además el retratado intervenía activamente en el proceso
de construcción de la nueva imagen, eligiendo con Lucila que foto usar en cada
20 Quieto 2009.
21 La agrupación HIJOS (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Si-
lencio) se formó en 1995 y ha reunido desde entonces a hijos e hijas de detenidos-desaparecidos
de la última dictadura cívico-militar argentina.
 
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