El Cayc y el arte de sistemas como estrategia institucional
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el estructuralismo propiciaba Louis Althusser,28 aquellas que había instalado la
teoría de la dependencia, o la dialéctica del oprimido que, a principios de los
años sesenta, había postulado Frantz Fanón. Los planteos de este último sobre
las relaciones de poder entre la figura del opresor y del oprimido tenían una am-
plia circulación y aceptación continental.29 Su teoría dual de la violencia, basa-
da en la existencia de una violencia opresora y otra liberadora, tuvo un correlato
estético muy elocuente en los abordajes de Juan Carlos Romero, por ejemplo,
en la instalación Violencia que realizó en abril de 1973 en el Cayc.30 Sin lugar
a dudas, los albores de la asunción de Héctor J. Cámpora, quien con su presi-
dencia iniciaba el breve período democrático que tuvo la Argentina en la déca-
da de los setenta, se presentaban como un escenario favorable para desplegar
estas ideas.
El catálogo que acompañó la muestra abría con las palabras que Monseñor
Eider Cámara, uno de los Obispos de Tercer Mundo había escrito en 1970 para
el libro Espiral de violencia'. “La violencia está en todas partes, omnipresente y
multiforme: brutal, abierta, sutil, insidiosa, disimulada, científica, condensada,
solidificada, consolidada, anónima, abstracta, irresponsable”. Todas estas ca-
racterísticas fueron las que se propuso evidenciar Romero en la instalación que
programó en el CAYC, para abril de 1973, a tan sólo un mes de la asunción del
primer presidente constitucional desde 1966, Héctor Cámpora.
Las palabras del obispo brasileño, uno de los mayores referentes de la
Teología de la Liberación, eran el primer contacto con el concepto de violencia
que el espectador tenía al leer el catálogo de la muestra. La invocación a uno de
los religiosos conocidos como Sacerdotes del Tercer Mundo no parece ser ca-
sual. Las reivindicaciones que proponían no sólo se postulaban desde proble-
mas como la desigualdad, la liberación o el antiimperialismo sino que, en su
expresión más radical, aceptaban la lucha armada como la legítima violencia
del oprimido para generar un acto de liberación. En ese mismo sentido, desde
1972 Romero trabajaba casi exclusivamente con el concepto de violencia des-
de un enfoque dialéctico que diferenciaba una violencia “liberadora” y otra “re-
presora”.
28 Otras lecturas refieren a esta perspectiva althusseriana que identifica ciertas producciones
estéticas del Cayc con estos postulados: Herrera 1999: 129; Longoni 2001: CD ROM.
29 Su manifiesto sobre la violencia del oprimido, Los condenados de la tierra, fue temprana-
mente publicado al español por el Fondo de Cultura Económica, en 1965.
30 Longoni 2001; Davis 2011: 121-142.
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el estructuralismo propiciaba Louis Althusser,28 aquellas que había instalado la
teoría de la dependencia, o la dialéctica del oprimido que, a principios de los
años sesenta, había postulado Frantz Fanón. Los planteos de este último sobre
las relaciones de poder entre la figura del opresor y del oprimido tenían una am-
plia circulación y aceptación continental.29 Su teoría dual de la violencia, basa-
da en la existencia de una violencia opresora y otra liberadora, tuvo un correlato
estético muy elocuente en los abordajes de Juan Carlos Romero, por ejemplo,
en la instalación Violencia que realizó en abril de 1973 en el Cayc.30 Sin lugar
a dudas, los albores de la asunción de Héctor J. Cámpora, quien con su presi-
dencia iniciaba el breve período democrático que tuvo la Argentina en la déca-
da de los setenta, se presentaban como un escenario favorable para desplegar
estas ideas.
El catálogo que acompañó la muestra abría con las palabras que Monseñor
Eider Cámara, uno de los Obispos de Tercer Mundo había escrito en 1970 para
el libro Espiral de violencia'. “La violencia está en todas partes, omnipresente y
multiforme: brutal, abierta, sutil, insidiosa, disimulada, científica, condensada,
solidificada, consolidada, anónima, abstracta, irresponsable”. Todas estas ca-
racterísticas fueron las que se propuso evidenciar Romero en la instalación que
programó en el CAYC, para abril de 1973, a tan sólo un mes de la asunción del
primer presidente constitucional desde 1966, Héctor Cámpora.
Las palabras del obispo brasileño, uno de los mayores referentes de la
Teología de la Liberación, eran el primer contacto con el concepto de violencia
que el espectador tenía al leer el catálogo de la muestra. La invocación a uno de
los religiosos conocidos como Sacerdotes del Tercer Mundo no parece ser ca-
sual. Las reivindicaciones que proponían no sólo se postulaban desde proble-
mas como la desigualdad, la liberación o el antiimperialismo sino que, en su
expresión más radical, aceptaban la lucha armada como la legítima violencia
del oprimido para generar un acto de liberación. En ese mismo sentido, desde
1972 Romero trabajaba casi exclusivamente con el concepto de violencia des-
de un enfoque dialéctico que diferenciaba una violencia “liberadora” y otra “re-
presora”.
28 Otras lecturas refieren a esta perspectiva althusseriana que identifica ciertas producciones
estéticas del Cayc con estos postulados: Herrera 1999: 129; Longoni 2001: CD ROM.
29 Su manifiesto sobre la violencia del oprimido, Los condenados de la tierra, fue temprana-
mente publicado al español por el Fondo de Cultura Económica, en 1965.
30 Longoni 2001; Davis 2011: 121-142.