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LIBROTERCERO, CAP. MI. 8i
hacer el encalado, antes de dibujar lo que se ha de
pintar, ó de estarcir el patrón que se hubiere hecho
para el efecto, que es lo más seguro : y aun algu-
nos tienen delante no sólo dibujos trabajados, pero
cabezas pintadas á ólá) del natural, para que su
obra salga mejor; porque dibujar con lápiz sobre la
pared, y pintar de práctica lo que saliere, no es
para conservar la opinión, ni para cosas de honra.
Después de estarcido ó dibujado se le ha de dar un
baño con la cal molida y una poquita de almagra,
como un color de carne claro ; salvo donde ha de
haber azul ó verde, que allí se puede usar de cal
sola. Y comenzar á meter sus varios colores, ha-
ciendo las templas sueltas, porque encima de esto
se van gastando bien las segundas tintas, como
quien da aguadas.
En cuanto á retocar á temple después de seca la
pared, hay muchos de parecer contrario, no obstan-
te que lo usaron valientes hombres, como Mateo Pé-
rez Alesio en el San Cristóbal y puerta del Carde-
nal : Antonio Mohedano y Alonso Vázquez en el
cláustro de San Francisco : Peregrin en el Escorial,
y otros muchos. Pero dice bien quien llama bos-
quejo álo pintado al fresco, cuando es acabado al
temple. Yo en ninguna manera lo apruebo, antes
digo que el fresco sea fresco, y el temple temple.
Porque los colores del retoque unos aclaran y otros
oscurecen. Pero quien lo reprende ásperamente es
el Vasari, diciendo: "Los que procuran pintar en
"pared, labren varonilmente á fresco, y no reto-
quen al seco. PcrcAc offre f'osscr cose vffisfeze.
"nnufc^ee corfe fe tufe é fu jhffwrc. (Porque además


op 16.
 
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