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ARTE DE LA PINTURA.
capaces por sí de honra ó deshonra, sino en cuanto
tocan á persona ó naturaleza intelectual. Sentado
esto como cosa cierta, si queremos hacer compara-
ción entre la adoración que se da á los ejemplares,
y la que se hace á sus imágenes, se ha de reparar
en que de dos maneras se puede juntar lo represen-
tado con su imagen, la primera de modo que lo uno
y lo otro se considere unido, como si fuera una mis-
ma cosa, hallando presente con nuestra considera-
ción en la imagen aquello que representa, cosa que
muy frecuentemente practican los heles (y lo trata-
i!. mos en las tres maneras de adoración, en otra par-
te) como notó Leoncio, Padre antiguo déla Iglesia.
Todos los cristianos, dice, cuando abrazamos y besa-
mos las imágenes de Cristo y sus mártires, hacemos
cuenta que abrazamos y besamos á los mismos már-
tires. Y si de esta manera adoramos las santas imáge-
nes, considerándolas á ellas y lo representado yer
como hablan los escolásticos, no hay di-
ficultad, sino que la adoración que se da á la figura
es de la misma calidad y grado que la que se da á
lo figurado, y así, quien en el Crucifijo considera y
adora á Cristo Nuestro Señor, adora á ambas cosas
con adoración de Latría; al modo que quien respeta
al rey vestido de púrpura, respeta también la púr-
pura ; á que con razón motiva, y está como cosa
COD junta.
Pero si miramos las imágenes en cuanto por ser
imágenes de Cristo y sus Santos participan de una
sagrada excelencia, si por esta excelencia las adora-
mos, esta adoración es inferior á la que se da á las
mismas personas adoradas en sí mismas: y así dijo
ARTE DE LA PINTURA.
capaces por sí de honra ó deshonra, sino en cuanto
tocan á persona ó naturaleza intelectual. Sentado
esto como cosa cierta, si queremos hacer compara-
ción entre la adoración que se da á los ejemplares,
y la que se hace á sus imágenes, se ha de reparar
en que de dos maneras se puede juntar lo represen-
tado con su imagen, la primera de modo que lo uno
y lo otro se considere unido, como si fuera una mis-
ma cosa, hallando presente con nuestra considera-
ción en la imagen aquello que representa, cosa que
muy frecuentemente practican los heles (y lo trata-
i!. mos en las tres maneras de adoración, en otra par-
te) como notó Leoncio, Padre antiguo déla Iglesia.
Todos los cristianos, dice, cuando abrazamos y besa-
mos las imágenes de Cristo y sus mártires, hacemos
cuenta que abrazamos y besamos á los mismos már-
tires. Y si de esta manera adoramos las santas imáge-
nes, considerándolas á ellas y lo representado yer
como hablan los escolásticos, no hay di-
ficultad, sino que la adoración que se da á la figura
es de la misma calidad y grado que la que se da á
lo figurado, y así, quien en el Crucifijo considera y
adora á Cristo Nuestro Señor, adora á ambas cosas
con adoración de Latría; al modo que quien respeta
al rey vestido de púrpura, respeta también la púr-
pura ; á que con razón motiva, y está como cosa
COD junta.
Pero si miramos las imágenes en cuanto por ser
imágenes de Cristo y sus Santos participan de una
sagrada excelencia, si por esta excelencia las adora-
mos, esta adoración es inferior á la que se da á las
mismas personas adoradas en sí mismas: y así dijo