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TRANSITO DE SAN JOSE: UNA ICONOGRAFÍA DIVERGENTE 9



nombrado patrono de Nueva España, por petición del Primer Concilio Provin-
cial, en el año de 1555°. Dentro del ámbito artístico, el carpintero rejuvenecido
compartió escena con su mellizo senil, en espera del predominio indiscutible de
la jovialidad en las postrimerías del siglo XVII".

Resultado de la designación del Patriarca como patrono de todos los do-
minios españoles en 1679 -a devoción de Carlos II y la casa de los Austrias-,
Nueva España recibe con júbilo la pauta carolina, ratificándose aquello que la
iglesia primitiva americana había tenido buen tino en realizar a mediados de la
decimosexta centuria''. Sucesivamente, la figura de San José fue revalorándose
y, en un futuro inmediato, se asentó como un constructo criollo de suma legiti-
mación de Nueva España, sus tierras y habitantes, en contraste con la Península
Ibérica”. De tal manera que San José fungió como una representación simbóli-
ca de la colectividad novohispana: enraizados en un símil, la vanagloria josefi-
na detentó la grandeza de Nueva España. Albergando las primicias criollas, en
torno a San José al igual que con su consorte americana Santa María de Guada-
lupe, se erigieron una protonacionalidad en conjunto con una primer macro-
identidad novohispana. Ambas devociones fungieron como argamasa de una
sociedad heterogénea, donde al moldear cada escalafón de virtudes en estrecho
abrazo con la comunidad, exaltaron paralelamente a la bienaventurada pareja
y a Nueva España y su congregación de fieles".

Ya en pleno siglo XVIII, en el campo de las resignificaciones iconográfi-
cas josefinas, a San José se le deslindó del recubrimiento peyorativo y deslegi-
timador que lo acorraló por siglos, dando paso a la apología gráfica de un hom-
bre enardecido por la gracia. (fig. 1)

? CARRILLO OJEDA 2004.

19 “[Quedando atrás por completo la representación de san José como un viejo desgastado],
herencia del trabajo renacentista y las obras españolas de Murillo y Zurbarán, la copiosa icono-
grafía josefina de la época barroca ostentará la nueva personalidad e imagen del santo. Acorde
con las indicaciones establecidas desde el Concilio de Nicea respecto al uso y significado de los
colores, el rejuvenecimiento fisico y espiritual de san José quedarán expresados en su túnica talar
verde -la cual comparte con otros personajes biblicos como san Juan, el apóstol amado, cuya tra-
dición iconográfica lo representa imberbe, al considerarse el más joven del colectivo discipular-,
completando el ajuar un manto terciado ocre; también lo caracterizan la vara de almendro florido
y ramos de rozagantes azucenas.” MERLO 2013: 67—68.

"' Al año siguiente, Carlos II revocó el patrocinio por la presión de los seguidores del culto ja-
cobino. La Iglesia novohispana, haciendo caso omiso, continuó con la devoción. Muestra de ello
es la oratoria sacra que se elaboró para los festejos en las principales ciudades del virreinato. In-
cluso podríamos tomar esta fecha como el inicio del auge josefino en Nueva España. VICTORIA
SALAZAR 1680; Jesus MARÍíA 1981: 679; MErLo 2013: 51—60.

' CUADRIELLO 1989.

13 MAYER 2002; RuBiAL 2010.
 
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