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140 CARLOS DIMEO



de acercarse a la concepción rousseauniana de aquella expresión que encerraba
su concepto original considerándolo como un arte de carácter primitivista, o in-
clusive anti-académico.

En el contexto de estas proporciones y dimensiones podemos rápidamen-
te percibir que entre el Naif de Rousseau y el Ingenuo de Rivas, existen am-
plias y marcadas diferencias, así como separaciones y distinciones. Esta dife-
renciación de principio no es en modo alguno una simple caracterización de la
obra de Rivas o inclusive de Rousseau, sino que apunta a distinguir una subs-
tancia metódica, canónica y de principios plástico-estéticos que se puede ob-
servar de primera fuente entre la creación de un arte Naif y uno Ingenuo. Esta
es la primera compleja confusión que salta a la vista cuando tratamos de definir
el espectro pictórico de Bárbaro Rivas. Al enunciar una raíz ingenua a Rivas in-
mediatamente se lo clasifica en el orden irrestricto de la mirada rousseauniana;
nada más alejado de la verdad que conmueve al artista petareño. Rivas fue por
esencia un “ingenuo”, cosa que fue más allá de su espectro plástico. En princi-
pio esta clasificación debe tomarse al pie de la letra, pues su conciencia pictóri-
co-plástica no iba más allá de las nociones que puede tener un pintor de “brocha
gorda”. Sin embargo la esencia creativa del artista no estaba asentada en la im-
plementación de una técnica en especial, de un formato o en el pliegue que daba
a sus elementos plásticos, sino más bien ante la creación misma. Por supues-
to que la forma expresiva que le implicaba el uso de los elementos pictóricos,
como tales requieren siempre de un medio para aparecer; y que Rivas halló de
forma intuitiva, o inclusive “celestial”, devenida de una experiencia supra-indi-
vidual. Ya que Rivas no escogió la pintura como un oficio de arte o de creación,
sino que ella apareció tal vez como un medio “descriptográfico” de sus ambien-
tes interiores, de sus pasiones y deseos. Las propias palabras de Francisco Da
Antonio, el crítico de arte que hacia el año de 1949 lo “descubrirá” casi por azar
del destino, nos lo explica de una forma bastante clara, citamos:

[...] efectivamente debió ser hacia octubre de 1949, digo hacia octubre
porque el año es correcto, cuando una mañana... o una tarde, vi yo pasar
a Bárbaro, ya yo era un joven... tenía 19 años poco más o menos, en di-
rección al mercado... concretamente donde el hacía mercado era la bo-
dega “La minita” (Pausa) y de pronto noté que en la bolsa de papel grue-
so donde debía reunir las compras, había una extraordinaria escena de
apóstoles... recuerdo mucho el color... era una cosa dramática... un fon-
do gris con personajes, con grandes túnicas azules y bermellón (Pausa)
gesticulaban (Pausa) con un dibujo negro incisivo que evidentemente no
era un cartel, no era un... una estampa (Pausa) y fue tal el asombro que
me causó esa imagen que... me acerqué... claro ya yo hombre... la rela-
ción era muy distinta naturalmente... y le pregunté que ¿Qué era eso?...
 
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