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178 KRZYSZTOF CICHOŃ



La presencia del personaje del Che está apoyada con los medios de comunica-
ción y más bien se refiere a la imagen, por lo que las cuatro áreas mencionadas
anteriormente se deben analizar a través de los métodos utilizados en los estu-
dios de los medios de comunicación y la iconografía.

Empecemos, sin embargo, con la cita que no explica nada pero al mismo
tiempo que golpea el corazón de la materia con la precisión apropiada de la bue-
na literatura: “Los estudiantes argentinos que ocuparon su Cada en la Cité de
Paris y la llamaron CHE GUEVARA por la misma simple razón, que lleva la sed al
agua y el hombre a la mujer”3. Podemos tratar la afirmación de Cortazar como
una expresión de la creencia universal que apareció después de 1968, creencia
que todavía no ha encontrado una justificación razonable.

La religión y los motivos religiosos que aparecen en la iconografía del
Che (pero también en la biografía, sobre todo en la descripción de las circuns-
tancias de la muerteY*, parecen ser nada más que un intento de apelar al tradi-
cional modelo lenguaje-forma en el que se habla sobre algo, o también acerca
de lo que se considera que está más allá de lo puramente material y pragmáti-
co de la forma del ser. Ésta es su primera paradoja, porque en sentido estricto
“la causa” por la que luchó el Che puede reducirse sólo a una lucha por un or-
den “revolucionario” de la realidad completamente racional, pragmática, enfo-
cada en la distribución equitativa con la riqueza material y las oportunidades de
vida. Es una paradoja que subyace de las similitudes frecuentes y “naturales”
que no se puede no “descubrir” si comparamos la religión con diferentes tipos
de movimientos sociales y sus aspiraciones revolucionarias, las que a menudo
se expresan de forma declarativa hostiles a cualquier religión.

La percepción del comunismo del siglo XX como una actitud cuasi-re-
ligiosa puede ser inaceptable para sus partidarios, pero la prevalencia de esta
asociación hace pensar cudl es su razón”. Parece que lo importante no es tanto
exponer un programa positivo (y en el caso del comunismo un programa “cien-
tífico”, materialista-racional), sino el punto de partida del violento desacuerdo
con la realidad imperante. Este carácter revolucionario en la historia de la re-
ligión, ya Eliade lo subraya como un rasgo característico del culto de Yahveh
predicado alrededor de los siglos VII-V antes de Cristo por los profetas del An-
tiguo Testamento (nabi). La idea de Yahveh como Dios trascendente que supera
un orden vegetativo-ciclico-escenificado en el culto estrechamente unido al po-
der de las deidades de la fertilidad del Próximo Oriente, nació con la idea de
cuestionar radicalmente el orden social existente*.

3 CORTÁZAR, vol. II, 1986 [1969]: 94.
* Ver KunzLE 2008: 101.

5 Imos 2007: 416—424.

5 ELIADE 1999 [1976]: 427-452.
 
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