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https://doi.org/10.11588/diglit.42985#0007
GUADALAJARA
EL aspecto actual de la Ciudad de Guadalaiara, no corresponde
a su histórica nombradla.
Antigua Caraca de los Romanos y conquistada por Eurico al
dominio visigodo, siguí ó la suerte general de la Península, siendo
dominada por Muza en su brillante y avasalladora correría después
de la derrota del Guadalete. Régulos o Valies, subordinados al de
Toledo, la gobernaron en tiempo de los moros. Alfonso III y Fer-
nando I, llegaron hasta sus muros con ánimo de conquista, y £l fin,
en 1081, Alvar Fañez de Minaya, primo del Cid Campeador, puso
cerco a la plaza con numerosas huestes, tomándola el día del Bau-
tista. Quedóle el nombre de Alvar Fañez a la puerta por donde entró,
3 la imagen del guerrero, armada de pies a cabeza, sobre corcel en-
cubertado y levantada en alto la espada, vino a formar el blasón de
la Ciudad, que aún hoy conserva. Dos veces, aunque inútilmente,
trataron de recobrarla los sarracenos, y ya en plena paz, la Villa,
que hasta mediados del siglo xv no recibió el título de Ciudad, ftté
creciendo y prosperando bajo la protección de los monarcas. De las
frecuentes estancias que en ella hicieron los Reyes, del señorío de
las Reinas y princesas a quienes por turno fué cedida, no ha quédado
en Guadalajara monumento alguno, ni siquiera ruinas de sus Pala-
cios. La tradición designa el sitio donde estuvo edificado el de doña
Berenguela, madre de San Femando, la cual desde su divorcio
hasta el término de su virtuosa y larga vida, fijó allí su residencia.
Por muerte de San Fernando en 1252, erigióse en Señorío la ciudad
a favor de su hijo D. Fadrique, y muerto éste se incorporó de nuevo
a la Corona de Castilla. Asegura Medina Mendoza que Sancho IV
tuvo allí su Corte, y está fuera de duda que en Guadalajara se con-
certó la boda de su hija Isabel con D. Jaime de Aragón,
5
EL aspecto actual de la Ciudad de Guadalaiara, no corresponde
a su histórica nombradla.
Antigua Caraca de los Romanos y conquistada por Eurico al
dominio visigodo, siguí ó la suerte general de la Península, siendo
dominada por Muza en su brillante y avasalladora correría después
de la derrota del Guadalete. Régulos o Valies, subordinados al de
Toledo, la gobernaron en tiempo de los moros. Alfonso III y Fer-
nando I, llegaron hasta sus muros con ánimo de conquista, y £l fin,
en 1081, Alvar Fañez de Minaya, primo del Cid Campeador, puso
cerco a la plaza con numerosas huestes, tomándola el día del Bau-
tista. Quedóle el nombre de Alvar Fañez a la puerta por donde entró,
3 la imagen del guerrero, armada de pies a cabeza, sobre corcel en-
cubertado y levantada en alto la espada, vino a formar el blasón de
la Ciudad, que aún hoy conserva. Dos veces, aunque inútilmente,
trataron de recobrarla los sarracenos, y ya en plena paz, la Villa,
que hasta mediados del siglo xv no recibió el título de Ciudad, ftté
creciendo y prosperando bajo la protección de los monarcas. De las
frecuentes estancias que en ella hicieron los Reyes, del señorío de
las Reinas y princesas a quienes por turno fué cedida, no ha quédado
en Guadalajara monumento alguno, ni siquiera ruinas de sus Pala-
cios. La tradición designa el sitio donde estuvo edificado el de doña
Berenguela, madre de San Femando, la cual desde su divorcio
hasta el término de su virtuosa y larga vida, fijó allí su residencia.
Por muerte de San Fernando en 1252, erigióse en Señorío la ciudad
a favor de su hijo D. Fadrique, y muerto éste se incorporó de nuevo
a la Corona de Castilla. Asegura Medina Mendoza que Sancho IV
tuvo allí su Corte, y está fuera de duda que en Guadalajara se con-
certó la boda de su hija Isabel con D. Jaime de Aragón,
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