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de las pinturas del rey, gozando los honores
á que era acreedor por su habilidad. Por tan-
to el cabildo de la santa iglesia de Toledo le
nombró su pintor en 1691, y mereció los elo-
gios de toda la corte, sin que ningún artista le
disputase la primacía de su mérito hasta el si-
guiente año de 92, que vino Lúeas Jordán,
época fatal para la pintura en España.
Llegó en mayo, llamado para pintar la
escalera principal y las bóvedas de la iglesia
del Escorial: esta preferencia fué la causa de
la muerte de Coello , cuyo genio era demasia-
do sensible y pundonoroso, de manera que
no volvió á tomar los pinceles, sino para con-
cluir el martirio de S. Estéban á instancias del
P. Matilla, confesor del rey , que se le habia
encargado para su convento de los dominicos de
Salamanca; y aunque el lienzo fué llevado á
palacio , y fué visto y celebrado de todos, in-
cluso el mismo Jordán, no se tranquilizó el
espíritu abatido de Claudio, pues falleció po-
co tiempo después en Madrid el dia 20 de abril
de 1693, y fué enterrado en la parroquia de
S. Andrés.
Si Claudio Coello hubiese vivido en el
buen tiempo de Felipe II hubiera sido uno
de los mejores pintores españoles, según la
corrección de dibuxo y buen colorido que hay
en sus obras, y según su gran genio, aplicación
y el conocimiento que tenia del efecto. Pe-
ro el poco ó ningún estudio que se hacia del
antiguo en su época, el mal gusto en la com-
posición con la confusa alegoría sostenida por
de las pinturas del rey, gozando los honores
á que era acreedor por su habilidad. Por tan-
to el cabildo de la santa iglesia de Toledo le
nombró su pintor en 1691, y mereció los elo-
gios de toda la corte, sin que ningún artista le
disputase la primacía de su mérito hasta el si-
guiente año de 92, que vino Lúeas Jordán,
época fatal para la pintura en España.
Llegó en mayo, llamado para pintar la
escalera principal y las bóvedas de la iglesia
del Escorial: esta preferencia fué la causa de
la muerte de Coello , cuyo genio era demasia-
do sensible y pundonoroso, de manera que
no volvió á tomar los pinceles, sino para con-
cluir el martirio de S. Estéban á instancias del
P. Matilla, confesor del rey , que se le habia
encargado para su convento de los dominicos de
Salamanca; y aunque el lienzo fué llevado á
palacio , y fué visto y celebrado de todos, in-
cluso el mismo Jordán, no se tranquilizó el
espíritu abatido de Claudio, pues falleció po-
co tiempo después en Madrid el dia 20 de abril
de 1693, y fué enterrado en la parroquia de
S. Andrés.
Si Claudio Coello hubiese vivido en el
buen tiempo de Felipe II hubiera sido uno
de los mejores pintores españoles, según la
corrección de dibuxo y buen colorido que hay
en sus obras, y según su gran genio, aplicación
y el conocimiento que tenia del efecto. Pe-
ro el poco ó ningún estudio que se hacia del
antiguo en su época, el mal gusto en la com-
posición con la confusa alegoría sostenida por