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Paweł Drabarczyk
Detengámonos un momento ante esta representación. De un modo típico
de acuerdo con la iconografía de la santa, esta representación se sirve de la aso-
ciación tautológica del nombre Rosa y de la flor de la misma denominación, lo
que nos remonta a un episodio de la infancia de Isabel, cuando, según las creen-
cias, su cara se transformó milagrosamente en una rosa y, desde aquel entonces,
su madre la llamaría con este nombre8. En el grabado de la hagiografía tradu-
cida por Tomicki, el rosal florido con la imagen de Isabel Flores de Oliva bro-
ta desde detrás del mencionado escudo Dąbrowa. La misma Isabel viste con un
hábito de terciaria, y en el alargado objeto que rodea su frente podemos vislum-
brar “el gorro plateado con tres filas de treinta y tres espinas que se clavaban en
su cabeza causando grandes dolencias”9, que frecuentemente se menciona tam-
bién en la literatura devocional polaca, como por ejemplo en la publicada unas
decenas de años más tarde Swiątnica Pańska (Templo del Señor) por el padre
Michał Sieykowski. Se puede suponer que esta imagen, como la mayoría de las
representaciones del siglo XVII, es un eco bastante remoto de un pequeño re-
trato procedente de Italia que aspira a formar parte a la categoría de la veraicon
(imagen verdadera), considerado como postumo y realizado por el italiano An-
gelino Medoro. Precisamente esta imagen, duplicada en miles de cuadros y gra-
bados en el Nuevo Mundo y en Europa a lo largo del siglo XVII, representa la
fuente de la iconografía de Santa Rosa10.
Seguramente llamarán la atención del investigador interesado en cómo
funcionaban en la antigua Polonia las representaciones de los habitantes del
Nuevo Mundo dos figuras que flanquean la composición: a la izquierda un
hombre de aspecto más bien negroide, vestido con un abrigo de pieles y una
falda de plumas (¿?), y armado de un arco con flechas; a la derecha, un hom-
bre con una vestimenta que puede recordamos a los países musulmanes sujeta
en la mano izquierda una jabalina. Estas representaciones no tratan de difundir
conocimientos sobre la indumentaria o el armamento de los habitantes de Amé-
rica del Sur, sino más bien se sirven de los tópicos coetáneos acerca del exotis-
mo y del repertorio apropiado al que pertenecían las vestimentas orientales, los
turbantes, los arcos, las faldas de plumas o la desnudez11.
La segunda edición de la obra de Hansen, pasada a la imprenta de la Aca-
demia Cracoviana en 1677, es decir, transcurridos seis años desde la canoniza-
ción, ya no contiene la dedicación a Anna Ostrogska. Esta edición fue dedicada
a “Bogarodzicy P. Maryey”, es decir, a la Madre de Dios Virgen María. En el
8 Graziano 1993: 50.
9 Sieykowski 1743: 80.
10 Hempe Martínez 2005: 84.
11 Kubiak, Wasilewska 2009: 99.
Paweł Drabarczyk
Detengámonos un momento ante esta representación. De un modo típico
de acuerdo con la iconografía de la santa, esta representación se sirve de la aso-
ciación tautológica del nombre Rosa y de la flor de la misma denominación, lo
que nos remonta a un episodio de la infancia de Isabel, cuando, según las creen-
cias, su cara se transformó milagrosamente en una rosa y, desde aquel entonces,
su madre la llamaría con este nombre8. En el grabado de la hagiografía tradu-
cida por Tomicki, el rosal florido con la imagen de Isabel Flores de Oliva bro-
ta desde detrás del mencionado escudo Dąbrowa. La misma Isabel viste con un
hábito de terciaria, y en el alargado objeto que rodea su frente podemos vislum-
brar “el gorro plateado con tres filas de treinta y tres espinas que se clavaban en
su cabeza causando grandes dolencias”9, que frecuentemente se menciona tam-
bién en la literatura devocional polaca, como por ejemplo en la publicada unas
decenas de años más tarde Swiątnica Pańska (Templo del Señor) por el padre
Michał Sieykowski. Se puede suponer que esta imagen, como la mayoría de las
representaciones del siglo XVII, es un eco bastante remoto de un pequeño re-
trato procedente de Italia que aspira a formar parte a la categoría de la veraicon
(imagen verdadera), considerado como postumo y realizado por el italiano An-
gelino Medoro. Precisamente esta imagen, duplicada en miles de cuadros y gra-
bados en el Nuevo Mundo y en Europa a lo largo del siglo XVII, representa la
fuente de la iconografía de Santa Rosa10.
Seguramente llamarán la atención del investigador interesado en cómo
funcionaban en la antigua Polonia las representaciones de los habitantes del
Nuevo Mundo dos figuras que flanquean la composición: a la izquierda un
hombre de aspecto más bien negroide, vestido con un abrigo de pieles y una
falda de plumas (¿?), y armado de un arco con flechas; a la derecha, un hom-
bre con una vestimenta que puede recordamos a los países musulmanes sujeta
en la mano izquierda una jabalina. Estas representaciones no tratan de difundir
conocimientos sobre la indumentaria o el armamento de los habitantes de Amé-
rica del Sur, sino más bien se sirven de los tópicos coetáneos acerca del exotis-
mo y del repertorio apropiado al que pertenecían las vestimentas orientales, los
turbantes, los arcos, las faldas de plumas o la desnudez11.
La segunda edición de la obra de Hansen, pasada a la imprenta de la Aca-
demia Cracoviana en 1677, es decir, transcurridos seis años desde la canoniza-
ción, ya no contiene la dedicación a Anna Ostrogska. Esta edición fue dedicada
a “Bogarodzicy P. Maryey”, es decir, a la Madre de Dios Virgen María. En el
8 Graziano 1993: 50.
9 Sieykowski 1743: 80.
10 Hempe Martínez 2005: 84.
11 Kubiak, Wasilewska 2009: 99.