126 ANNA WENDORFF
que ya desde su título (viéndolo desde el punto de vista plástico) apunta a mos-
trarnos un profundo debate sobre distintos aspectos que aborda la edición, la fi-
guración, la esfera propia del valor de los colores que se genera en el contexto
de lo propiamente plástico, y la construcción que el niño elabora de un mundo
nuevo al que se enfrenta.
En la infancia digamos todas las cosas suceden de manera diferente y las
dimensiones objetuales, espaciales, plasticas se van construyendo en la medida
que vamos creciendo. El libro (por vía doble: tanto como objeto, artefacto de
diseño también plástico, y en concreto “El libro negro de los colores”) crea y
diseña un universo estelar de lo literario y afronta una controversia de lo parti-
cularmente plastico, esto es: lo visual no se representa como un lnico canal de
reconocimiento a través del cual nuestros sentidos buscan comprender lo pic-
tórico y lo figurativo. Tampoco lo plástico es una simple representación de la
realidad. El libro pues es una senda, y sus ilustraciones otros modos de escri-
tura. Además que la relación con el mundo exterior está vinculada directamen-
te con la necesidad de cada uno frente a lo plástico. En este sentido el narrador
del cuento, nos afirma: “Según Tomás, el color amarillo sabe a mostaza, pero
es suave como la pluma de los pollitos”*, como vemos el mecanismo asociati-
vo al universo de los colores es algo más que un mecanismo de representación,
donde la fuerza del pigmento se da por vía de la dimensión del objeto. Plantea-
do a través no de un juego de claroscuros, sino de contrastes absolutos (blan-
co-negro, negro-blanco) y en ese marco continuo vuelve a repetir la voz narra-
tiva que está al mismo tiempo en silencio, y que en la versión multimedial está
acompañada por un canto, el cual otorga a la obra una nueva dimensión esté-
tica. Dimensión que retoma el sentido de la evocación del mundo, expresado
* CoTT , FARÍA 2008.
que ya desde su título (viéndolo desde el punto de vista plástico) apunta a mos-
trarnos un profundo debate sobre distintos aspectos que aborda la edición, la fi-
guración, la esfera propia del valor de los colores que se genera en el contexto
de lo propiamente plástico, y la construcción que el niño elabora de un mundo
nuevo al que se enfrenta.
En la infancia digamos todas las cosas suceden de manera diferente y las
dimensiones objetuales, espaciales, plasticas se van construyendo en la medida
que vamos creciendo. El libro (por vía doble: tanto como objeto, artefacto de
diseño también plástico, y en concreto “El libro negro de los colores”) crea y
diseña un universo estelar de lo literario y afronta una controversia de lo parti-
cularmente plastico, esto es: lo visual no se representa como un lnico canal de
reconocimiento a través del cual nuestros sentidos buscan comprender lo pic-
tórico y lo figurativo. Tampoco lo plástico es una simple representación de la
realidad. El libro pues es una senda, y sus ilustraciones otros modos de escri-
tura. Además que la relación con el mundo exterior está vinculada directamen-
te con la necesidad de cada uno frente a lo plástico. En este sentido el narrador
del cuento, nos afirma: “Según Tomás, el color amarillo sabe a mostaza, pero
es suave como la pluma de los pollitos”*, como vemos el mecanismo asociati-
vo al universo de los colores es algo más que un mecanismo de representación,
donde la fuerza del pigmento se da por vía de la dimensión del objeto. Plantea-
do a través no de un juego de claroscuros, sino de contrastes absolutos (blan-
co-negro, negro-blanco) y en ese marco continuo vuelve a repetir la voz narra-
tiva que está al mismo tiempo en silencio, y que en la versión multimedial está
acompañada por un canto, el cual otorga a la obra una nueva dimensión esté-
tica. Dimensión que retoma el sentido de la evocación del mundo, expresado
* CoTT , FARÍA 2008.