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Agnieszka Kuczyńska

Varo y Zejalbo y Doña Ignacia Uranga y Bergareche. Su padre fue un ingenie-
ro hídrico - en estos tiempos su trabajo exigía frecuentes mudanzas. A causa de
esto la infancia de Remedios Varo fue marcada por numerosos viajes por toda
España y África del Norte. El padre le enseñaba el dibujo técnico y las reglas
de la perspectiva. Fue en su compañía que por primera vez visitó museos, entre
otros, el del Prado, donde tuvo la oportunidad de ver las obras de Bosch, Goya,
El Greco. Cuando tenía 8 años su familia se instaló en Madrid. Comenzó en-
tonces la educación en la escuela del convento de las Carmelitas Descalzas de
Aguilar de la Frontera. Entre 1924 y 1930 estudió en la Real Academia de Be-
llas Artes de San Femando en Madrid. Salvador Dalí fue también un alumno de
dicha escuela. En este tiempo Remedios Varo llegó a conocer la poesía y pintu-
ra surrealista. Justo después de los estudios, en el año 1930, se casó con Gerar-
do Lizárraga, su compañero de la Academia, mudándose con él a París.
La mayor parte de los personajes pintados por Remedios Varo tienen las
caras finas y triangulares con grandes ojos en forma de almendras, las narices
largas y estrechas, peinadas en una trenza gorda. Parece que por regla general
pintaba sus propios, simplificados rasgos del rostro. También el tema de sus
obras tiene un carácter autobiográfico - como ejemplo puede servir un tríptico
pintado en los años 1961-1962. El primer cuadro de los mencionados, Hacia la
torre (1961), muestra un grupo de idénticas chicas, vestidas en uniformes, mon-
tando vehículos parecidos a bicicletas, supervisadas por la madre superiora y
un hombre de rostro amenazante. Solo una de ellas es capaz de resistir “la hip-
nosis” y con atención mira a su alrededor. Bordando el manto terrestre (1961)
es la parte central del tríptico. Las mismas alumnas, vestidas en uniformes de
la escuela conventual, se encuentran esta vez en la torre, en un cuarto parecido
a un scriptorium medieval. La construcción del edificio central, con una pared
abierta para dar al observador la posibilidad de participar en los acontecimien-
tos misteriosos, aparece en muchas otras ocasiones en las obras de Varo. Esta
vez, observamos un grupo de niñas labrando un tejido, que cubre el mundo en-
tero, bajo el dictado de un personaje encapuchado. “El Gran Maestro”* * 4 está le-
yendo instrucciones en un libro y está removiendo en un recipiente alquími-
co una hirviente mixtura, de la cual salen los hilos usados por las jóvenes. En
el fondo la segunda figura encubierta toca la flauta. Varo, al mandar una repro-
ducción de la obra a su hermano, le explicaba, que la misma niña rebelde, que
atrevida miraba al mundo, había labrado la escena en la cual “se la puede ver
junto a su querido”. La tercera pintura tiene el título La huida (1962). Podemos
observar en ella la niña huyendo con su amante a las montañas en una extraña
De sus obras tratan también publicaciones sobre las conexiones del surrealismo y la pintura
mexicana: Somolinos Palencia 1973; Rodríguez Prampolini 1969; Fraser, Baddeley 1989.
4 De esa manera Varo lo llama en la descripción enviada a su hermano.
 
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