Fabián Gandini y la est(ética) de la fisura
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boca de la tormenta se estrena en septiembre de 2015 y emerge como la con-
tracara de su creación inmediatamente previa: Cartas a mi querido espectador
de 2013. En esa obra, Gandini había intentado trabajar desde algo que él defi-
ne como el “mínimo nivel de representación”. La ficción se sostenía a partir de
la presencia de dos intérpretes en un espacio indeterminado sin butacas ni lu-
ces de escena, cuya principal acción era leer cartas escritas en hojas de papel.
Luego de esa experiencia, en la que el coreógrafo afianzó su proyecto es-
tético de construir ficción a partir de los recursos más elementales, se lanzó a la
búsqueda de cierto imaginario que intentara potenciar esa “poética elemental”.
La nueva obra fue concebida, en cierto modo, como ambiciosa, tiene una im-
pronta visual muy elaborada y superpone numerosos dispositivos sonoros, fíl-
micos y de movimiento. Sin embargo, enseguida advertimos que se trata de una
ambición condicionada por la exposición: exposición de la precariedad de los
recursos pero sobre todo de su fragilidad y de la fragilidad de los intérpretes
bailarines que se exponen crudamente a la mirada del espectador desprovistos
de un virtuosismo técnico tradicional.
[Fig. 1. Fabián Gandini, Obra “En la boca de la tormenta”. Fotógrafo: Jorge Leiva. Año
2015.]
Volvamos a la frase que se proyecta al comienzo de la obra: “La cantidad
de horas humanas que las cosas llevan de forma oculta generan infinitas pre-
sencias invisibles”. La frase expresa el sentido inicial del proceso creativo: po-
tenciar la presencia de los objetos visibilizando las “horas humanas” que llevan
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boca de la tormenta se estrena en septiembre de 2015 y emerge como la con-
tracara de su creación inmediatamente previa: Cartas a mi querido espectador
de 2013. En esa obra, Gandini había intentado trabajar desde algo que él defi-
ne como el “mínimo nivel de representación”. La ficción se sostenía a partir de
la presencia de dos intérpretes en un espacio indeterminado sin butacas ni lu-
ces de escena, cuya principal acción era leer cartas escritas en hojas de papel.
Luego de esa experiencia, en la que el coreógrafo afianzó su proyecto es-
tético de construir ficción a partir de los recursos más elementales, se lanzó a la
búsqueda de cierto imaginario que intentara potenciar esa “poética elemental”.
La nueva obra fue concebida, en cierto modo, como ambiciosa, tiene una im-
pronta visual muy elaborada y superpone numerosos dispositivos sonoros, fíl-
micos y de movimiento. Sin embargo, enseguida advertimos que se trata de una
ambición condicionada por la exposición: exposición de la precariedad de los
recursos pero sobre todo de su fragilidad y de la fragilidad de los intérpretes
bailarines que se exponen crudamente a la mirada del espectador desprovistos
de un virtuosismo técnico tradicional.
[Fig. 1. Fabián Gandini, Obra “En la boca de la tormenta”. Fotógrafo: Jorge Leiva. Año
2015.]
Volvamos a la frase que se proyecta al comienzo de la obra: “La cantidad
de horas humanas que las cosas llevan de forma oculta generan infinitas pre-
sencias invisibles”. La frase expresa el sentido inicial del proceso creativo: po-
tenciar la presencia de los objetos visibilizando las “horas humanas” que llevan