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Andrea Díaz Mattei
[Fig. 2. Francisco Cafferata, La esclavitud, 1881, bronce, Bosques de Palermo (Bue-
nos Aires).]
Presentado el contexto, en este artículo no ahondaremos en datos históri-
cos y/o estadísticos, ni en los muchos colectivos activistas y reivindicatoríos que
existen al respecto. Sin embargo, sí podemos afirmar que, a pesar de todos los
estudios y datos que corroboran también un pasado negro argentino, afroascen-
diente (junto a las demás ascendencias, europeas y de los pueblos originarios),
tanto el imaginario identitario cultural general como las estéticas y la cultura vi-
sual contemporáneas todavía parecen resistirse a dar este giro hacia el reconoci-
miento de la existencia de una porción de raíz africana en nuestra composición.
Lo cierto es que pensadores como Aníbal Quijano, Walter Mignolo, Santiago
Castro-Gómez o Boaventura de Sousa Santos describen muy bien este meca-
nismo de arraigo en lo que ellos llaman la matriz colonial del poder y su con-
secuente colonialidad epistémica o colonialidad del saber. Pues, si concebimos
la colonización del saber o colonialidad epistémica como aquello más difícil de
desalojar de nuestras subjetividades,6 podemos comprender que en Argentina y
Latinoamérica -uno de aquellos “otros cercanos de Occidente”- todavía domine
6 Véase: Quijano 1991: 11-20; Castro-Gómez, Grosfoguel 2007 y De Sousa Santos
2010.
Andrea Díaz Mattei
[Fig. 2. Francisco Cafferata, La esclavitud, 1881, bronce, Bosques de Palermo (Bue-
nos Aires).]
Presentado el contexto, en este artículo no ahondaremos en datos históri-
cos y/o estadísticos, ni en los muchos colectivos activistas y reivindicatoríos que
existen al respecto. Sin embargo, sí podemos afirmar que, a pesar de todos los
estudios y datos que corroboran también un pasado negro argentino, afroascen-
diente (junto a las demás ascendencias, europeas y de los pueblos originarios),
tanto el imaginario identitario cultural general como las estéticas y la cultura vi-
sual contemporáneas todavía parecen resistirse a dar este giro hacia el reconoci-
miento de la existencia de una porción de raíz africana en nuestra composición.
Lo cierto es que pensadores como Aníbal Quijano, Walter Mignolo, Santiago
Castro-Gómez o Boaventura de Sousa Santos describen muy bien este meca-
nismo de arraigo en lo que ellos llaman la matriz colonial del poder y su con-
secuente colonialidad epistémica o colonialidad del saber. Pues, si concebimos
la colonización del saber o colonialidad epistémica como aquello más difícil de
desalojar de nuestras subjetividades,6 podemos comprender que en Argentina y
Latinoamérica -uno de aquellos “otros cercanos de Occidente”- todavía domine
6 Véase: Quijano 1991: 11-20; Castro-Gómez, Grosfoguel 2007 y De Sousa Santos
2010.