La extracción de la piedra de la locura
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En vista de este nuevo universo al que nos acerca Téllez, descubrimos que
éste nos llama la atención sobre la persistente y locuaz idea de la cultura occi-
dental de que lo necesariamente «bello» debe pasar sólo por el óculo de lo razo-
nable y la concordancia que atraviesa a su receptor. Y aquél que no sea capaz de
‘ver’ lo bello puede llegar a ser considerado como un ‘lunático’, como un fuera
de lugar, como aquél que está fuera de orden.
El sentido moral de la belleza del arte, atañía a la ruptura del sentido como
un acto injurioso, por lo tanto fuera de toda expresión de cordura. En ese mismo
año (1996) un poco antes de la instalación a que estamos haciendo referencia,
puesta en el Museo de Bellas Artes y posteriormente en el Ateneo de Valencia,
Javier Téllez participó en la muestra colectiva «January Show» de Silverstein
Gallery llevada a cabo precisamente en el mes de enero de ese año. En esta ex-
posición colectiva presenta su trabajo «The Lunatic»12 (1996) el cual efectiva-
mente ya nos traía una reminiscencia de su expresión estética. En este caso no
se acerca a los elementos de la obra de Hieronymus Bosch, sino de Francisco
de Goya, y en especial entre muchos otros, el dibujo en lápiz blando, intitula-
do como: «Loco furioso»13 (1824-1828). Téllez aborda aquí (como en la mayor
parte de sus trabajos también) que este sentido de ‘ver’ para el arte, no es mues-
tra de la responsabilidad que traen nuestros pensamientos, por lo tanto tampoco
es garantía de tener reservada una conducta intachable. Y entonces pone sobre
el tapete una vez más temas como la iniquidad, lo injurioso, lo inmoral, entre
algunos otros, lo cual no son o no representan expresiones de la cordura, sino
básicamente de los límites que existen en el ‘entre’ (ya lo hemos afirmado an-
tes) esa locura y esa cordura.
Si lo observamos detenidamente de primera mano no se tiene conocimien-
to del porqué el personaje en el cuadro de Goya está tras los barrotes. Supo-
nemos que está atacado, afectado por algo que resulta más poderoso que su
cuerpo, y que vive en él o dentro de su cuerpo. Es un «Daimon», un hombre po-
seído, o que como mínimo está fuera de sus cabales (veamos la imagen que si-
gue a continuación).
12 Javier Téllez, ‘The Lunatic’, Técnica Mixta: Instalación y performance contentiva de dos
‘artefactos’: jaula y casa de gallinas (New York: Silverstein Gallery, 1996).
13 Francisco De Goya, ‘Loco Furioso’, Soporte: papel verjurado, puntizones de 25-26 mm.
(Técnica: lápiz blando) (19.3 cm x 14.5 cm; España, 1824-1828).
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En vista de este nuevo universo al que nos acerca Téllez, descubrimos que
éste nos llama la atención sobre la persistente y locuaz idea de la cultura occi-
dental de que lo necesariamente «bello» debe pasar sólo por el óculo de lo razo-
nable y la concordancia que atraviesa a su receptor. Y aquél que no sea capaz de
‘ver’ lo bello puede llegar a ser considerado como un ‘lunático’, como un fuera
de lugar, como aquél que está fuera de orden.
El sentido moral de la belleza del arte, atañía a la ruptura del sentido como
un acto injurioso, por lo tanto fuera de toda expresión de cordura. En ese mismo
año (1996) un poco antes de la instalación a que estamos haciendo referencia,
puesta en el Museo de Bellas Artes y posteriormente en el Ateneo de Valencia,
Javier Téllez participó en la muestra colectiva «January Show» de Silverstein
Gallery llevada a cabo precisamente en el mes de enero de ese año. En esta ex-
posición colectiva presenta su trabajo «The Lunatic»12 (1996) el cual efectiva-
mente ya nos traía una reminiscencia de su expresión estética. En este caso no
se acerca a los elementos de la obra de Hieronymus Bosch, sino de Francisco
de Goya, y en especial entre muchos otros, el dibujo en lápiz blando, intitula-
do como: «Loco furioso»13 (1824-1828). Téllez aborda aquí (como en la mayor
parte de sus trabajos también) que este sentido de ‘ver’ para el arte, no es mues-
tra de la responsabilidad que traen nuestros pensamientos, por lo tanto tampoco
es garantía de tener reservada una conducta intachable. Y entonces pone sobre
el tapete una vez más temas como la iniquidad, lo injurioso, lo inmoral, entre
algunos otros, lo cual no son o no representan expresiones de la cordura, sino
básicamente de los límites que existen en el ‘entre’ (ya lo hemos afirmado an-
tes) esa locura y esa cordura.
Si lo observamos detenidamente de primera mano no se tiene conocimien-
to del porqué el personaje en el cuadro de Goya está tras los barrotes. Supo-
nemos que está atacado, afectado por algo que resulta más poderoso que su
cuerpo, y que vive en él o dentro de su cuerpo. Es un «Daimon», un hombre po-
seído, o que como mínimo está fuera de sus cabales (veamos la imagen que si-
gue a continuación).
12 Javier Téllez, ‘The Lunatic’, Técnica Mixta: Instalación y performance contentiva de dos
‘artefactos’: jaula y casa de gallinas (New York: Silverstein Gallery, 1996).
13 Francisco De Goya, ‘Loco Furioso’, Soporte: papel verjurado, puntizones de 25-26 mm.
(Técnica: lápiz blando) (19.3 cm x 14.5 cm; España, 1824-1828).