La extracción de la piedra de la locura
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tos básicos del dibujo (ya lo hemos dicho, la línea) y aquéllos que estimulan el
problema central de su temática: la razón y la cordura. Rompiendo el orden es-
tablecido y definido por el principio básico que permea constantemente al dibu-
jo, se introduce un pensamiento en el campo de la definición del arte que pode-
mos afirmar como «no calculado»; se refiere a la reflexión ética de todo artista
que no sólo actúa sobre la obra de arte y su productor, sino también de quien la
«contempla» o actúa participando activa o pasivamente dentro de ella. Téllez se
refiere al abordaje de la locura como un lugar otro al que debemos enfrentamos
no partiendo de su trama impuesta por lo correccional, sino visitando sus luga-
res propios y ocultos (que aún la misma psiquiatría no ha podido develar). Es
esto lo que refiere a una conducta ética que se implementa en una frontal pers-
pectiva del otro y/o con el otro. «Doppelganger Peepshow» está representando
a esa gran máquina del doble y de la duplicidad, de la otredad. Téllez ya habría
citado en diferentes oportunidades la definición que nos pone Levinas46 sobre
el cómo conceder un espacio al otro, desinvisibilizándolo, tomándolo como tal
sujeto. En este sentido afirmará:
“Yo debo olvidarme de mi mismo para acceder al otro” era para el filó-
sofo Emmanuel Levinas una de las mejores definiciones de la conducta
ética, creando un concepto paradigmático para todo artista o productor
cultural. Este modelo de compromiso puede describir las bases de una es-
tética alimentada por el respeto a la diferencia y por la intención de incor-
porar al ‘otro’ dentro de la articulación del discurso artístico47.
Téllez abordó inicialmente su trabajo a través del dibujo48 y no propia-
mente de la plástica, tal como él mismo lo declara. Fue así en el dibujo don-
de halló el tema de compartir el principio básico, los elementos esenciales para
ahondar en el mundo de la locura frente a los que con éste les permite expresar
sus particularidades. Estableciendo desde el principio una debida y estrecha re-
lación que se plantea entre la institución psiquiátrica y el museo, convirtió to-
dos sus objetos de arte en una reflexión combinada y múltiple que se desplega-
ron de diferentes formas y maneras. Por supuesto los psiquiátricos y los museos
son lugares que conservan similitudes de honda recepción; y que a la vez tam-
bién pertenecen a su origen familiar. Téllez afirma:
Debido a mi experiencia como hijo de padres psiquiatras, encuentro que
el hospital psiquiátrico es la imagen especular más adecuada al museo.
Desde mi infancia he visitado estos lugares, los cuales poseen más de una
afinidad arquitectónica: salas blancas e impecables, luces neutras, proli-
46 Para referirnos a este concepto del «otro» y la ética en Levinas, véase: Levinas 1993: 139.
47 Javier Téllez, ‘Bienal De Venecia: Carta Abierta De Javier Téllez’, (Caracas - Venezuela:
Revista Analítica), 1.
48 Pradas, ‘Javier Téllez: Venezuela Es Un País Invertebrado’.
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tos básicos del dibujo (ya lo hemos dicho, la línea) y aquéllos que estimulan el
problema central de su temática: la razón y la cordura. Rompiendo el orden es-
tablecido y definido por el principio básico que permea constantemente al dibu-
jo, se introduce un pensamiento en el campo de la definición del arte que pode-
mos afirmar como «no calculado»; se refiere a la reflexión ética de todo artista
que no sólo actúa sobre la obra de arte y su productor, sino también de quien la
«contempla» o actúa participando activa o pasivamente dentro de ella. Téllez se
refiere al abordaje de la locura como un lugar otro al que debemos enfrentamos
no partiendo de su trama impuesta por lo correccional, sino visitando sus luga-
res propios y ocultos (que aún la misma psiquiatría no ha podido develar). Es
esto lo que refiere a una conducta ética que se implementa en una frontal pers-
pectiva del otro y/o con el otro. «Doppelganger Peepshow» está representando
a esa gran máquina del doble y de la duplicidad, de la otredad. Téllez ya habría
citado en diferentes oportunidades la definición que nos pone Levinas46 sobre
el cómo conceder un espacio al otro, desinvisibilizándolo, tomándolo como tal
sujeto. En este sentido afirmará:
“Yo debo olvidarme de mi mismo para acceder al otro” era para el filó-
sofo Emmanuel Levinas una de las mejores definiciones de la conducta
ética, creando un concepto paradigmático para todo artista o productor
cultural. Este modelo de compromiso puede describir las bases de una es-
tética alimentada por el respeto a la diferencia y por la intención de incor-
porar al ‘otro’ dentro de la articulación del discurso artístico47.
Téllez abordó inicialmente su trabajo a través del dibujo48 y no propia-
mente de la plástica, tal como él mismo lo declara. Fue así en el dibujo don-
de halló el tema de compartir el principio básico, los elementos esenciales para
ahondar en el mundo de la locura frente a los que con éste les permite expresar
sus particularidades. Estableciendo desde el principio una debida y estrecha re-
lación que se plantea entre la institución psiquiátrica y el museo, convirtió to-
dos sus objetos de arte en una reflexión combinada y múltiple que se desplega-
ron de diferentes formas y maneras. Por supuesto los psiquiátricos y los museos
son lugares que conservan similitudes de honda recepción; y que a la vez tam-
bién pertenecen a su origen familiar. Téllez afirma:
Debido a mi experiencia como hijo de padres psiquiatras, encuentro que
el hospital psiquiátrico es la imagen especular más adecuada al museo.
Desde mi infancia he visitado estos lugares, los cuales poseen más de una
afinidad arquitectónica: salas blancas e impecables, luces neutras, proli-
46 Para referirnos a este concepto del «otro» y la ética en Levinas, véase: Levinas 1993: 139.
47 Javier Téllez, ‘Bienal De Venecia: Carta Abierta De Javier Téllez’, (Caracas - Venezuela:
Revista Analítica), 1.
48 Pradas, ‘Javier Téllez: Venezuela Es Un País Invertebrado’.