184 KRZYSZTOF CICHON
te a la que he de dirigirme. Puedo estar en contacto, quizás, a través de
relaciones pasadas, por un intercambio de miradas (...) Tengo que perci-
bir algo en la mente del otro con lo cual mi comunicado propio pueda re-
lacionarse. (...) Para formular cualquier cosa, debo ya tener «en mente»
a otra persona'.
La cuestión de la dirección de la mirada del Che seguirá ocupándonos más
adelante, pero el atractivo de su imagen se encuentra en el hecho de que al mi-
rarlo, no tenemos nada en contra de cambiar la mirada con él. El problema de
la mirada y su relevancia para leer las emociones e intenciones, “comunicarse”
con el rostro de otro ser humano nuevamente va más allá de nuestro tema. Limi-
témonos a la observación de que la cara del Che -su estereotipo gráfico- excep-
cionalmente estimula nuestra necesidad de buscar el consenso.
No existe un modelo adecuado en universo físico para esta operación de
conciencia, la cual es peculiarmente humana y señala la capacidad que
los seres humanos tienen para formar verdaderas comunidades de las
cuales una persona hace partícipe — interior, subjetivamente — a otra'*.
No obstante esta búsqueda según W. Ong precede a cualquier correspon-
dencia y no debe tener lugar sólo entre dos personas reales. Esto también puede
ocurrir durante el acto de escribir: “(...) cuando se habla y cuando se escribe,
algún receptor puede estar presente, de otro modo, el texto no se creará. Por lo
tanto, aislado de personas reales, el escritor inventa una persona o personas fic-
ticias. «El público del escritor es siempre imaginario»””. La figura del Che (en
ambos sentidos: icónico y biográfico) se ficcionaliza excepcionalmente bien, en
las miradas de sus videntes.
El atractivo del Che, la cara del Che en el contexto de la religión, y la pre-
gunta por el significado del sex-appeal en la iconografía religiosa, así como en
la presentación de Jesús, nos lleva nuevamente hasta más allá del alcance de
este artículo. Éste no es un aspecto destacado en los estudios básicos en el cam-
po de la iconografía cristiana's. En el diccionario de iconografía de Gertrud
Schiller, en la que la iconografía de Cristo llena los tres primeros volúmenes,
no encontraremos ninguna referencia al estereotipo del exterior físico de Jesús.
Ni siquiera en los capitulos (por ejemplo, t. III, Christus Victor) que analizan en
detalle los elementos de representaciones que muestran a un Cristo victorioso
y triunfante, se puede encontrar notas en torno a su aspecto'®. Las descripcio-
nes que acentúan la belleza física de Jesús están presentes en los textos gnósti-
5 OnG 2006 [1982]: 170-171.
16 OnG 2006 [1982]: 171.
7 ONG 2006 [1982]: 171.
18 AURENHAMMER 1957: 454—638; KoLLwitz 1957: 1-23.
9 SCHILLER 1971:32—41.
te a la que he de dirigirme. Puedo estar en contacto, quizás, a través de
relaciones pasadas, por un intercambio de miradas (...) Tengo que perci-
bir algo en la mente del otro con lo cual mi comunicado propio pueda re-
lacionarse. (...) Para formular cualquier cosa, debo ya tener «en mente»
a otra persona'.
La cuestión de la dirección de la mirada del Che seguirá ocupándonos más
adelante, pero el atractivo de su imagen se encuentra en el hecho de que al mi-
rarlo, no tenemos nada en contra de cambiar la mirada con él. El problema de
la mirada y su relevancia para leer las emociones e intenciones, “comunicarse”
con el rostro de otro ser humano nuevamente va más allá de nuestro tema. Limi-
témonos a la observación de que la cara del Che -su estereotipo gráfico- excep-
cionalmente estimula nuestra necesidad de buscar el consenso.
No existe un modelo adecuado en universo físico para esta operación de
conciencia, la cual es peculiarmente humana y señala la capacidad que
los seres humanos tienen para formar verdaderas comunidades de las
cuales una persona hace partícipe — interior, subjetivamente — a otra'*.
No obstante esta búsqueda según W. Ong precede a cualquier correspon-
dencia y no debe tener lugar sólo entre dos personas reales. Esto también puede
ocurrir durante el acto de escribir: “(...) cuando se habla y cuando se escribe,
algún receptor puede estar presente, de otro modo, el texto no se creará. Por lo
tanto, aislado de personas reales, el escritor inventa una persona o personas fic-
ticias. «El público del escritor es siempre imaginario»””. La figura del Che (en
ambos sentidos: icónico y biográfico) se ficcionaliza excepcionalmente bien, en
las miradas de sus videntes.
El atractivo del Che, la cara del Che en el contexto de la religión, y la pre-
gunta por el significado del sex-appeal en la iconografía religiosa, así como en
la presentación de Jesús, nos lleva nuevamente hasta más allá del alcance de
este artículo. Éste no es un aspecto destacado en los estudios básicos en el cam-
po de la iconografía cristiana's. En el diccionario de iconografía de Gertrud
Schiller, en la que la iconografía de Cristo llena los tres primeros volúmenes,
no encontraremos ninguna referencia al estereotipo del exterior físico de Jesús.
Ni siquiera en los capitulos (por ejemplo, t. III, Christus Victor) que analizan en
detalle los elementos de representaciones que muestran a un Cristo victorioso
y triunfante, se puede encontrar notas en torno a su aspecto'®. Las descripcio-
nes que acentúan la belleza física de Jesús están presentes en los textos gnósti-
5 OnG 2006 [1982]: 170-171.
16 OnG 2006 [1982]: 171.
7 ONG 2006 [1982]: 171.
18 AURENHAMMER 1957: 454—638; KoLLwitz 1957: 1-23.
9 SCHILLER 1971:32—41.