Teatro Evangelizador
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gnos, mensajes, etc. Otra cosa no hubiera sucedido si el proyecto español sólo
hubiera tenido un brazo militar y político, pero no su brazo ideológico, lleva-
do a través de la fe y la religión. Es probable que Carlos V estuviere consciente
de ello, y también la iglesia, el clero lo estuvieran, pero lo más importante allí,
estriba en que la empresa se llevó a cabo y tenía objetivos muy claros y preci-
sos. Si queremos hacer un acercamiento a este tema hay tres ideas que podemos
apuntar, aunque que se suceden por vía “negativa”, por vía “contraria” (es de-
cir, no como pudieran haber sido tratados hoy, sino queriendo por el lado de los
conquistadores construir un proceso de transformación cultural y encontrando
de otro lado las resistencias necesarias). Estos tres conceptos tomados del texto:
«Cultura para la transformación» de Nino Ramella, nos apunta lo siguiente:
Es decir, debemos afrontar nuevos modos de producción, en la que quie-
nes están hoy excluidos ingresen a la construcción de sentido, de valor.
Cualquier persona está capacitada para expresarse. El arte no es un patri-
monio de los artistas. Y en todo caso, los artistas no son el fin último de
las gestiones en cultura. El fin último de toda política pública en materia
cultural es la comunidad en su conjunto. Los artistas, tomando esta vez sí
el término como lo que corrientemente se valida por sus niveles académi-
cos o de excelencia, son sólo parte de ese conjunto40.
Y a partir de este fragmento nos parece importante apuntar varias cosas,
en función del proyecto franciscano que, tal como nos deja entrever y afirma
Martha Toriz41, del lado español tampoco encontró en ocasiones muchos adep-
tos, al contrario si, muchas resistencias (las de los dominicos, la Santa Inquisi-
ción española e inclusive en ocasiones algunas bulas y leyes impuestas por el
mismo rey Carlos V).
En el modelo de producción cultural creado y aplicado por los francisca-
nos catequizar y evangelizar al «indio» fue su gran objetivo. En este sentido lo
que se proponían las órdenes se ajusta adecuadamente a aquello que nos plantea
Ramella a propósito del desarrollo de la gestión cultural del estado. La primera
noción «el arte no es un patrimonio de los artistas»42 en el proyecto español este
concepto resulta ser más que claro. Si el arte no es un patrimonio de los artistas,
mucho menos lo sería de los «indios». Los franciscanos apoyaban fuertemente
la idea de que aquellos serían casi personas sin razón, orden ni conocimiento.
Y ahora, a nuestro parecer, viene lo más importante, Ramella asegura que el fin
último de la cultura no son los artistas, sino la comunidad en sí misma43; de ma-
nera que la fuente de este teatro, fue efectivamente la transformación cultural,
40 Ramella 2010.
41 Proenza1986.
42 Ramella 2010.
43 Ramella 2010.
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gnos, mensajes, etc. Otra cosa no hubiera sucedido si el proyecto español sólo
hubiera tenido un brazo militar y político, pero no su brazo ideológico, lleva-
do a través de la fe y la religión. Es probable que Carlos V estuviere consciente
de ello, y también la iglesia, el clero lo estuvieran, pero lo más importante allí,
estriba en que la empresa se llevó a cabo y tenía objetivos muy claros y preci-
sos. Si queremos hacer un acercamiento a este tema hay tres ideas que podemos
apuntar, aunque que se suceden por vía “negativa”, por vía “contraria” (es de-
cir, no como pudieran haber sido tratados hoy, sino queriendo por el lado de los
conquistadores construir un proceso de transformación cultural y encontrando
de otro lado las resistencias necesarias). Estos tres conceptos tomados del texto:
«Cultura para la transformación» de Nino Ramella, nos apunta lo siguiente:
Es decir, debemos afrontar nuevos modos de producción, en la que quie-
nes están hoy excluidos ingresen a la construcción de sentido, de valor.
Cualquier persona está capacitada para expresarse. El arte no es un patri-
monio de los artistas. Y en todo caso, los artistas no son el fin último de
las gestiones en cultura. El fin último de toda política pública en materia
cultural es la comunidad en su conjunto. Los artistas, tomando esta vez sí
el término como lo que corrientemente se valida por sus niveles académi-
cos o de excelencia, son sólo parte de ese conjunto40.
Y a partir de este fragmento nos parece importante apuntar varias cosas,
en función del proyecto franciscano que, tal como nos deja entrever y afirma
Martha Toriz41, del lado español tampoco encontró en ocasiones muchos adep-
tos, al contrario si, muchas resistencias (las de los dominicos, la Santa Inquisi-
ción española e inclusive en ocasiones algunas bulas y leyes impuestas por el
mismo rey Carlos V).
En el modelo de producción cultural creado y aplicado por los francisca-
nos catequizar y evangelizar al «indio» fue su gran objetivo. En este sentido lo
que se proponían las órdenes se ajusta adecuadamente a aquello que nos plantea
Ramella a propósito del desarrollo de la gestión cultural del estado. La primera
noción «el arte no es un patrimonio de los artistas»42 en el proyecto español este
concepto resulta ser más que claro. Si el arte no es un patrimonio de los artistas,
mucho menos lo sería de los «indios». Los franciscanos apoyaban fuertemente
la idea de que aquellos serían casi personas sin razón, orden ni conocimiento.
Y ahora, a nuestro parecer, viene lo más importante, Ramella asegura que el fin
último de la cultura no son los artistas, sino la comunidad en sí misma43; de ma-
nera que la fuente de este teatro, fue efectivamente la transformación cultural,
40 Ramella 2010.
41 Proenza1986.
42 Ramella 2010.
43 Ramella 2010.