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Sztuka Ameryki Łacińskiej — 4.2014

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Kotarski, Jędrzej: Grafiti en América Latina parte III: el caso de México: la influencia de las rebeliones socio-políticas en el grafiti de los estados Chiapas y Oaxaca
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https://doi.org/10.11588/diglit.52437#0182
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Jędrzej Kotarski

Tres pintores destacados de aquellos tiempos: Diego Rivera, José Clemen-
te Orozco y David Siqueiros (todos ideológicamente involucrados en la revolu-
ción), en sus murales monumentales pintados en el espacio público (entre otros
en el Palacio Nacional, el Castillo de Chapultepec, el Palacio de Bellas Artes,
la Escuela Nacional Preparatoria, la Biblioteca de la UNAM [Universidad Na-
cional Autónoma de México]) crearon unas imágenes profundas del panorama
y de la compleja historia socio-cultural del país2. Estas enormes pinturas figu-
rativas portaban y siguen portando un mensaje muy sugestivo para el público.
Estas pinturas unían las representaciones realistas, a veces hasta naturalistas,
con las imágenes de carácter sentimental e idealista, o incluso caricaturista, en
las cuales todos los habitantes del país, mestizos, criollos, indígenas y afrolati-
noamericanos, los representantes de cada clase social y de cada ideología po-
dían encontrar a sí mismos.
Por este motivo, el muralismo en México es al mismo tiempo considerado
el precursor del arte popular. Llegó a ser un símbolo del México nuevo y, aun-
que como corriente artística terminó en los años 60 del siglo XX, sigue gozan-
do de gran prestigio. Probablemente, por estas razones México era uno de los
pocos países en el continente que no luchaba contra los autores del grafiti- el
arte callejero, cuando éste empezó a aparecer en los años 80 del siglo XX en los
muros y en las paredes de las ciudades3. La actitud de las autoridades ante esta
corriente artística cambió bruscamente en los años 90 del siglo XX.
Las raíces del grafiti revolucionario
El grafiti, desde siempre definido en México como una parte del arte pú-
blico/popular relacionado con el muralismo, a partir del año 1994 fue declara-
do como ilegal y perseguido por la policía como acto de vandalismo y rebeldía.
Oficialmente, este cambio de percepción se produjo en consecuencia de las re-
beldías, primeras ocurridas desde 1910, en el sur del país.
Lo más peligroso para las autoridades no era el tamaño de estas manifesta-
ciones, sino más bien su constante desarrollo ideológico que inspiraba los cam-
bios de conciencia en la sociedad y atraía cada vez más a la gente. En estos pro-
cesos socio-políticos el papel excepcional lo desempeñaron precisamente los
murales y el grafiti4.
Hay que recordar que en 1994 en Chiapas tuvo lugar el levantamiento za-
patista, que primero consiguió la aprobación de la opinión internacional y lue-
2 Creven 2002: 36.
3 Ganz 2011:20.
4 Gargallo 2013: 92.
 
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