Teatro y posdictadura
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manifiesta en la intervención de calles de la ciudad como escenario de acción.
Allí, el objetivo grupal tuvo una premisa clara: “ganarle a las vidrieras”. Esto
significaba querer despertar la mirada de los transeúntes distraídos, generando
una instancia poético-política diferente del orden cotidiano habitual dentro del
propio espacio público cotidiano.
De algún modo el carácter democrático del período también se tradujo en
esta elección espacial: salieron a la calle para despertarla de ese tiempo prece-
dente en el que se había instalado en las calles el terror y la violencia. Salieron
a expresarse teatralmente utilizando las formas propias que les brindaba este
nuevo lugar urbano. Allí eligieron actuar sin platea previamente determinada,
sin el cobro el de una entrada, sin escenario, sin un sistema de producción tea-
tral capaz de contenerlos. Fueron en busca de otros espectadores, los transeún-
tes.
Durante el año 1985 LON realizó diferentes intervenciones de espacios
públicos. Si bien de aquellas acciones poco registro queda, estos primeros pa-
sos marcaron la búsqueda por un lenguaje propio a partir de generar una limi-
nalidad entre ficción-realidad y planteando cruces difusos entre lo cotidiano y
lo extracotidiano. Esto tuvo como resultado la experimentación de una forma
de politicidad emergente, de hacer política con poco, de hacer arte desde otro
lugar, salir a la calle no para protestar, sino para configurar formas poéticas de
interpelación ciudadana. La enunciación performática de cuerpos sobre el as-
falto -que no emitían palabras- marcaron otras formas de producir y consumir
teatro en aquel entonces. Y fue esta periferia elegida por el grupo la que les po-
sibilitó explorar otras posibilidades artísticas.
Algunas de estas performances realizadas en espacios públicos fueron:
Los congelamientos, intervención de una esquina durante el tiempo de un se-
máforo, cuando algunos performers vestidos cotidianamente como los demás
transeúntes, cruzaban la calle y -en un momento determinado- se detenían por
unos segundos y se quedaban congelados, suspendidos en un tiempo otro, el
de la ficción. Sin dar explicación de quiénes eran o porqué lo hacían, segundos
después reanudaban su marcha hacia la otra vereda. Otra fue el Vomitazo, en el
barrio de Retiro, que agregaba a aquel primer momento de detenimiento en el
medio de la calle, la realización de un vómito colectivo por parte de todos los
performers sobre el asfalto y sobre los parabrisas de los coches que esperaban
detenidos el cambio de luz del semáforo en esa esquina elegida. Otra fue Los fu-
silamientos, también en el barrio de Retiro, que consistió en la simulación de un
fusilamiento a partir del sonido de un disparo efectuado con pirotecnia. Al cru-
zar la calle, cuando el sonido ocurría, el grupo de performers abría sus sacos y
dejaban ver sus camisas ensangrentadas para caer desplomados sobre el asfalto;
sin embargo, luego de unos segundos se incorporaban y reanudaban su marcha
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manifiesta en la intervención de calles de la ciudad como escenario de acción.
Allí, el objetivo grupal tuvo una premisa clara: “ganarle a las vidrieras”. Esto
significaba querer despertar la mirada de los transeúntes distraídos, generando
una instancia poético-política diferente del orden cotidiano habitual dentro del
propio espacio público cotidiano.
De algún modo el carácter democrático del período también se tradujo en
esta elección espacial: salieron a la calle para despertarla de ese tiempo prece-
dente en el que se había instalado en las calles el terror y la violencia. Salieron
a expresarse teatralmente utilizando las formas propias que les brindaba este
nuevo lugar urbano. Allí eligieron actuar sin platea previamente determinada,
sin el cobro el de una entrada, sin escenario, sin un sistema de producción tea-
tral capaz de contenerlos. Fueron en busca de otros espectadores, los transeún-
tes.
Durante el año 1985 LON realizó diferentes intervenciones de espacios
públicos. Si bien de aquellas acciones poco registro queda, estos primeros pa-
sos marcaron la búsqueda por un lenguaje propio a partir de generar una limi-
nalidad entre ficción-realidad y planteando cruces difusos entre lo cotidiano y
lo extracotidiano. Esto tuvo como resultado la experimentación de una forma
de politicidad emergente, de hacer política con poco, de hacer arte desde otro
lugar, salir a la calle no para protestar, sino para configurar formas poéticas de
interpelación ciudadana. La enunciación performática de cuerpos sobre el as-
falto -que no emitían palabras- marcaron otras formas de producir y consumir
teatro en aquel entonces. Y fue esta periferia elegida por el grupo la que les po-
sibilitó explorar otras posibilidades artísticas.
Algunas de estas performances realizadas en espacios públicos fueron:
Los congelamientos, intervención de una esquina durante el tiempo de un se-
máforo, cuando algunos performers vestidos cotidianamente como los demás
transeúntes, cruzaban la calle y -en un momento determinado- se detenían por
unos segundos y se quedaban congelados, suspendidos en un tiempo otro, el
de la ficción. Sin dar explicación de quiénes eran o porqué lo hacían, segundos
después reanudaban su marcha hacia la otra vereda. Otra fue el Vomitazo, en el
barrio de Retiro, que agregaba a aquel primer momento de detenimiento en el
medio de la calle, la realización de un vómito colectivo por parte de todos los
performers sobre el asfalto y sobre los parabrisas de los coches que esperaban
detenidos el cambio de luz del semáforo en esa esquina elegida. Otra fue Los fu-
silamientos, también en el barrio de Retiro, que consistió en la simulación de un
fusilamiento a partir del sonido de un disparo efectuado con pirotecnia. Al cru-
zar la calle, cuando el sonido ocurría, el grupo de performers abría sus sacos y
dejaban ver sus camisas ensangrentadas para caer desplomados sobre el asfalto;
sin embargo, luego de unos segundos se incorporaban y reanudaban su marcha