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María Laura (Malala) González
formas de consumo del arte, en tanto producto cultural de una sociedad del es-
pectáculo.23 En esta ocasión, el grupo se volvió parte de una política cultural
pública apoyada y subvencionada no solo por la municipalidad sino también
por tres empresas aseguradoras de riesgo de trabajo, consecuencia del riesgo
que provocaba accionar en las alturas entre el monumento y una torre de an-
damio construida en la plaza aledaña. Artísticamente, LON otorgó cierta plas-
ticidad a la rigidez del monumento, transitándolo y trepándolo en sus laderas,
mediante ameses que permitieron desafiar la gravedad. Claramente esta per-
formance adquirió otras resonancias poéticas respecto de la trayectoria grupal
anterior, principalmente al ubicar el trabajo de los performers más alejado res-
pecto del de los espectadores-ciudadanos, tensionados en una trama entre el es-
pacio aéreo y el terrestre:
Esta relación airetierra le confiere a nuestro trabajo un carácter en que el
funambulismo, basado sobre todo en técnicas de escalada de alta mon-
taña, se constituye como sustento de las acciones que realizamos A dife-
rencia de trabajos anteriores donde la médula escénica de accionar teatral
era la fricción con el espectador, en la Tirolesa se busca la espectaculari-
dad visual, diferenciando netamente, dos espacios, el aéreo (espacio de
los modelos vivos o actores) y el terrestre (espacio de los espectadores)
(Programa de mano).24
Sin duda, fue una imagen irrepetible del emblemático Obelisco, cuando la
década avanzaba y el contexto nacional ya era diferente al de años preceden-
tes. Hiperinflación económica, cambio de gobierno y otras tantas circunstan-
cias sociopolíticas operantes y atravesadas, despegaron nuevas metáforas sobre
la poética de LON. Así, el grupo logró llevar su arte hasta la cima de los espa-
cios públicos propiamente dichos, el monumento más alto de la ciudad, siendo
capaz de generar un teatro alejado de lo antropomórfico: sus performers podían
reptar por la ladera del artefacto, danzar en el aire, colgarse con tirolesas y do-
minar el espacio aéreo. Entonces, la escena que antes se vivía directamente so-
bre la calle, en la primera etapa grupal, ahora se alejaba en una representación
monumental. La postal efímera recreada, pero también los modos de mirar y
evocar lo intangible latente -como usos de la memoria cultural y urbana- eran
parte del asunto realizado. Así lo detallaban en un catálogo realizado luego de
la performance:
La Tirolesa posee un tiempo de expectación, que quizás tenga que ver
con la dimensionalidad, con lo atmosférico, con lo gravitacional. Los ele-
mentos que utilizamos: el cuerpo, el fuego, el agua, no responden a una
23 Debord 2008 [1967],
24 Programa de mano La Tirolesa/Obelisco (1989).
María Laura (Malala) González
formas de consumo del arte, en tanto producto cultural de una sociedad del es-
pectáculo.23 En esta ocasión, el grupo se volvió parte de una política cultural
pública apoyada y subvencionada no solo por la municipalidad sino también
por tres empresas aseguradoras de riesgo de trabajo, consecuencia del riesgo
que provocaba accionar en las alturas entre el monumento y una torre de an-
damio construida en la plaza aledaña. Artísticamente, LON otorgó cierta plas-
ticidad a la rigidez del monumento, transitándolo y trepándolo en sus laderas,
mediante ameses que permitieron desafiar la gravedad. Claramente esta per-
formance adquirió otras resonancias poéticas respecto de la trayectoria grupal
anterior, principalmente al ubicar el trabajo de los performers más alejado res-
pecto del de los espectadores-ciudadanos, tensionados en una trama entre el es-
pacio aéreo y el terrestre:
Esta relación airetierra le confiere a nuestro trabajo un carácter en que el
funambulismo, basado sobre todo en técnicas de escalada de alta mon-
taña, se constituye como sustento de las acciones que realizamos A dife-
rencia de trabajos anteriores donde la médula escénica de accionar teatral
era la fricción con el espectador, en la Tirolesa se busca la espectaculari-
dad visual, diferenciando netamente, dos espacios, el aéreo (espacio de
los modelos vivos o actores) y el terrestre (espacio de los espectadores)
(Programa de mano).24
Sin duda, fue una imagen irrepetible del emblemático Obelisco, cuando la
década avanzaba y el contexto nacional ya era diferente al de años preceden-
tes. Hiperinflación económica, cambio de gobierno y otras tantas circunstan-
cias sociopolíticas operantes y atravesadas, despegaron nuevas metáforas sobre
la poética de LON. Así, el grupo logró llevar su arte hasta la cima de los espa-
cios públicos propiamente dichos, el monumento más alto de la ciudad, siendo
capaz de generar un teatro alejado de lo antropomórfico: sus performers podían
reptar por la ladera del artefacto, danzar en el aire, colgarse con tirolesas y do-
minar el espacio aéreo. Entonces, la escena que antes se vivía directamente so-
bre la calle, en la primera etapa grupal, ahora se alejaba en una representación
monumental. La postal efímera recreada, pero también los modos de mirar y
evocar lo intangible latente -como usos de la memoria cultural y urbana- eran
parte del asunto realizado. Así lo detallaban en un catálogo realizado luego de
la performance:
La Tirolesa posee un tiempo de expectación, que quizás tenga que ver
con la dimensionalidad, con lo atmosférico, con lo gravitacional. Los ele-
mentos que utilizamos: el cuerpo, el fuego, el agua, no responden a una
23 Debord 2008 [1967],
24 Programa de mano La Tirolesa/Obelisco (1989).