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ARTE DE LA PINTURA.
muerto, cuando te envolvieron en la limpia y sacra
sábana, para ponerlo en el sepulcro. Donde impri-
mió no sólo su ñgura, sino sus llagas, azotes y san-
gre preciosa, como se ve en el santo sudario que
guardan en Turin con gran veneración los Duques
de Saboya. Y como también lo añrma Sixto IV en
el tratado que escribió de la sangre de Cristo, y
Julio II en la Bula de aprobación del sacro sudario.
Todo lo cual trata largamente el arzobispo Paleoto
y Daniel Malonio. De manera que concluimos que
en vida y en muerte de Nuestro Redentor Jesucristo,
autorizó y honró la pintura de las imágenes sagra-
das con los sucesos milagrosos que habernos conta-
do. Por donde se ve cuán justa cosa es que los pin-
tores católicos, protectores de tan ilustre arte, si la
tratasen como deben, sean estimados, pues toma
Dios las obras de sus manos por medio, para ser
más conocido y reverenciado de los hombres, y ad-
quiere la pintura tan alta calidad y nobleza, y es de
tanta utilidad, como veremos adelante.
CAPITULO X.
DE LASJ3IFERENTES MANERAS DE NOBLEZA QUE ACOMPAÑAN Á LA PINTURA
Y DE LA UTILIDAD UNIVERSAL OUE TRAE.
Dijimos en el capítulo primero y segundo de este
libro, tratando de la diñnicion y antigüedad de la
pintura, algo de su nobleza, pero brevemente. Aquí
parece que nos ofrece la ocasión alargarnos más, des -
ARTE DE LA PINTURA.
muerto, cuando te envolvieron en la limpia y sacra
sábana, para ponerlo en el sepulcro. Donde impri-
mió no sólo su ñgura, sino sus llagas, azotes y san-
gre preciosa, como se ve en el santo sudario que
guardan en Turin con gran veneración los Duques
de Saboya. Y como también lo añrma Sixto IV en
el tratado que escribió de la sangre de Cristo, y
Julio II en la Bula de aprobación del sacro sudario.
Todo lo cual trata largamente el arzobispo Paleoto
y Daniel Malonio. De manera que concluimos que
en vida y en muerte de Nuestro Redentor Jesucristo,
autorizó y honró la pintura de las imágenes sagra-
das con los sucesos milagrosos que habernos conta-
do. Por donde se ve cuán justa cosa es que los pin-
tores católicos, protectores de tan ilustre arte, si la
tratasen como deben, sean estimados, pues toma
Dios las obras de sus manos por medio, para ser
más conocido y reverenciado de los hombres, y ad-
quiere la pintura tan alta calidad y nobleza, y es de
tanta utilidad, como veremos adelante.
CAPITULO X.
DE LASJ3IFERENTES MANERAS DE NOBLEZA QUE ACOMPAÑAN Á LA PINTURA
Y DE LA UTILIDAD UNIVERSAL OUE TRAE.
Dijimos en el capítulo primero y segundo de este
libro, tratando de la diñnicion y antigüedad de la
pintura, algo de su nobleza, pero brevemente. Aquí
parece que nos ofrece la ocasión alargarnos más, des -