Capítulo VI
Estilos dórico, jónico y corintio
« En su arquitectura, los pueblos crean el escenario mo-
numental, dentro del cual han de desarrollar su vida»
(Noack). Por esto los monumentos arquitectónicos hablan con
un lenguaje no menos elocuente que los literarios. Los tem-
plos, palacios y pirámides de Egipto muestran la concentra-
ción del poder y de la fortuna en la persona de un señor pode-
roso, la religiosidad de los príncipes y del pueblo y la vida
silenciosa y servil de este último. Los teatros, gimnasios
y baños griegos, nos demuestran que la democracia en Gre-
cia era algo más que una frase y que la comunidad partici-
paba de todo lo agradable de la vida pudiendo acercarse
también a la raíz de las riquezas. La arquitectura griega
no nos habla de los príncipes griegos, pero sabemos de ellos
por buenas fuentes literarias. El templo fué, en cambio, más
que en ninguna otra civilización, la construcción central de
toda la vida ciudadana. Los dioses no participaban en los
azares de los príncipes. Mandaban en los corazones a los
que unían en un anhelo común y los elevaban sobre las ideas
y las exigencias de la vida diaria. Por esto también, el tem-
plo ha sido para la posteridad el punto central de la historia
de la arquitectura griega. En su desarrollo, podemos apre-
Estilos dórico, jónico y corintio
« En su arquitectura, los pueblos crean el escenario mo-
numental, dentro del cual han de desarrollar su vida»
(Noack). Por esto los monumentos arquitectónicos hablan con
un lenguaje no menos elocuente que los literarios. Los tem-
plos, palacios y pirámides de Egipto muestran la concentra-
ción del poder y de la fortuna en la persona de un señor pode-
roso, la religiosidad de los príncipes y del pueblo y la vida
silenciosa y servil de este último. Los teatros, gimnasios
y baños griegos, nos demuestran que la democracia en Gre-
cia era algo más que una frase y que la comunidad partici-
paba de todo lo agradable de la vida pudiendo acercarse
también a la raíz de las riquezas. La arquitectura griega
no nos habla de los príncipes griegos, pero sabemos de ellos
por buenas fuentes literarias. El templo fué, en cambio, más
que en ninguna otra civilización, la construcción central de
toda la vida ciudadana. Los dioses no participaban en los
azares de los príncipes. Mandaban en los corazones a los
que unían en un anhelo común y los elevaban sobre las ideas
y las exigencias de la vida diaria. Por esto también, el tem-
plo ha sido para la posteridad el punto central de la historia
de la arquitectura griega. En su desarrollo, podemos apre-