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AnnaWendorff, Carlos Dimeo
Sin embargo yendo hacia un lugar más profundo, la doble subjetividad
presentada frente a frente de lo sano a la enfermedad se transforma en un ‘salón
de espejos’ donde todos de una u otra forma nos vemos reflejados, o en los cua-
les el reflejo de nuestra memoria y prioridades subjetivas, nos ponen en un te-
rreno muy movedizo o difícil de aprehender. Está claro que nos referimos nue-
vamente a la frontera (en la que el proyecto plástico de Téllez explora) entre
locura y normalidad. Entendido de esta manera, podríamos de primera mano
llegar a pensar que se trata pues de un ‘arte componedor’, de un ‘arte terapéu-
tico’, pero efectivamente quien se adentre en la obra de Téllez, daría cuenta rá-
pidamente que nada de eso es lo que aparece dentro de su proyecto creador. Al
contrario, mientras más indaga sobre el tema de la locura, más se aleja del sen-
tido de orden que históricamente la psiquiatría tradicional le ha dado al campo
de estudio o haya tratado de imponerle, aún y cuando los nuevos tiempos va-
yan cambiando.
Inicialmente como enlace para la configuración teórica de la exposición
que inspiró a Téllez en este año, fue como primera medida intervenir la obra
del Bosco en todas sus dimensiones constructivas y conceptuales. Puesto que el
artista ha relacionado ya desde siempre ambos elementos, resulta elocuente la
narración hecha por Carlos Yusti (ensayista y escritor) que nos permite a partir
de allí ir definiendo los conceptos plásticos y estéticos desde los cuales el pro-
pio Téllez desarrolló en toda la extensión de su obra y no solamente para esta
exposición-instalación. Tal como lo describe Yusti, el dibujo que Javier Téllez
le mostraría en ocasión de un encuentro que ambos tuvieron, intitulado «Toman
té y juegan polo sobre las cabezas cortadas del pueblo»10, revelaría a nuestros
«ojos» que ora intuitivamente ora inconscientemente, Téllez modelaba desde
entonces su cosmovisión particular del arte. El arte no únicamente como repre-
sentación prodigiosa o exposición para la belleza, no sólo como recurrente o re-
ferente de lo necesariamente «bello», sino el arte entendido como un hallazgo
en la forma y transformación de la representación, entendiendo a éste en el mis-
mo sentido que nos lo aclara Arthur Danto al explicar la visión que tuvo Marcel
Duchamp a través de sus «readymades»; donde Danto asegura que:
Todo nuestro siglo es absolutamente retinal salvo en el caso de los sur-
realistas [...] él [Duchamp] había sido el único en reconocer la profun-
da desconexión conceptual entre arte y estética en sus ‘readymades’ de
1913-1915 [...J11.
10 Según el artículo escrito por Carlos Yusti, véase en: Yusti 2001.
11 Danto 2005: 69-70.
AnnaWendorff, Carlos Dimeo
Sin embargo yendo hacia un lugar más profundo, la doble subjetividad
presentada frente a frente de lo sano a la enfermedad se transforma en un ‘salón
de espejos’ donde todos de una u otra forma nos vemos reflejados, o en los cua-
les el reflejo de nuestra memoria y prioridades subjetivas, nos ponen en un te-
rreno muy movedizo o difícil de aprehender. Está claro que nos referimos nue-
vamente a la frontera (en la que el proyecto plástico de Téllez explora) entre
locura y normalidad. Entendido de esta manera, podríamos de primera mano
llegar a pensar que se trata pues de un ‘arte componedor’, de un ‘arte terapéu-
tico’, pero efectivamente quien se adentre en la obra de Téllez, daría cuenta rá-
pidamente que nada de eso es lo que aparece dentro de su proyecto creador. Al
contrario, mientras más indaga sobre el tema de la locura, más se aleja del sen-
tido de orden que históricamente la psiquiatría tradicional le ha dado al campo
de estudio o haya tratado de imponerle, aún y cuando los nuevos tiempos va-
yan cambiando.
Inicialmente como enlace para la configuración teórica de la exposición
que inspiró a Téllez en este año, fue como primera medida intervenir la obra
del Bosco en todas sus dimensiones constructivas y conceptuales. Puesto que el
artista ha relacionado ya desde siempre ambos elementos, resulta elocuente la
narración hecha por Carlos Yusti (ensayista y escritor) que nos permite a partir
de allí ir definiendo los conceptos plásticos y estéticos desde los cuales el pro-
pio Téllez desarrolló en toda la extensión de su obra y no solamente para esta
exposición-instalación. Tal como lo describe Yusti, el dibujo que Javier Téllez
le mostraría en ocasión de un encuentro que ambos tuvieron, intitulado «Toman
té y juegan polo sobre las cabezas cortadas del pueblo»10, revelaría a nuestros
«ojos» que ora intuitivamente ora inconscientemente, Téllez modelaba desde
entonces su cosmovisión particular del arte. El arte no únicamente como repre-
sentación prodigiosa o exposición para la belleza, no sólo como recurrente o re-
ferente de lo necesariamente «bello», sino el arte entendido como un hallazgo
en la forma y transformación de la representación, entendiendo a éste en el mis-
mo sentido que nos lo aclara Arthur Danto al explicar la visión que tuvo Marcel
Duchamp a través de sus «readymades»; donde Danto asegura que:
Todo nuestro siglo es absolutamente retinal salvo en el caso de los sur-
realistas [...] él [Duchamp] había sido el único en reconocer la profun-
da desconexión conceptual entre arte y estética en sus ‘readymades’ de
1913-1915 [...J11.
10 Según el artículo escrito por Carlos Yusti, véase en: Yusti 2001.
11 Danto 2005: 69-70.