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Ricardo González
de la ciudad operada durante el último tercio del siglo XVII que impulsó a los
cuerpos existentes a adoptar una actividad congregacional propia. La reedifi-
cación del fuerte y la catedral en una escala nueva, la construcción por primera
vez en Buenos Aires de un verdadero hospital y el arranque de las luego frus-
tradas obras del Seminario, son las pautas edilicias de este desarrollo". La po-
blación había aumentado de las pocas centenas originales al número, corto aún
pero considerable, de unas 4.500 almas que en 1700 eran ya 7.000* 12 y si hasta
ese momento las hermandades habían estado ligadas a las órdenes, a devocio-
nes particulares y quizás en algún caso a oficios, el surgimiento de la Congrega-
ción del Santo Cristo (1671 )13, formada por los oidores de la Audiencia y presi-
dida por el Gobernador, y el de la Hermandad de San Pedro (1690)l4, integrada
por los miembros del Cabildo Eclesiástico y dirigida por el Obispo, convocaba
a los dos cuerpos estructurantes de la sociedad colonial, la Iglesia y la Corona,
en el espacio de la iglesia Catedral, a su vez edificada y reedificada por primera
vez en esos años con construcciones de cierto fuste15.
Este crecimiento poblacional lleva igualmente, desde fines del siglo XVII
y poco más del primer tercio del XVIII, a la creación de las terceras órdenes,
rama seglar de los regulares y por lo tanto con un estatus canónico superior
a las cofradías comunes, pero prácticamente iguales a ellas en sus fines, orga-
nización y medios. Las terceras órdenes existían en Europa desde la Edad Me-
dia y la demora en crearlas en Buenos Aires se debe sin duda a la precariedad
general de la ciudad y de las mismas órdenes hasta la época que tratamos. Es
en estas décadas que jesuítas, mercedarios y franciscanos comienzan a reedifi-
car sus templos dándoles unas dimensiones y calidades quizás excesivas, como
señaló Buschiazzo, para la todavía modesta escala urbana, aunque el constan-
te despegue de la ciudad en el siglo XVIII y el incremento de su comercio y su
población (7.000 habitantes en 1700, 12.000 en 1744, 22.000 en 1760 y 44.000
en 1800)16 hará que resulten adecuados. La comunidad franciscana, la más ex-
tendida en Buenos Aires, fue la primera en crear la tercera orden local (1691 )17
y su desarrollo sería impresionante, reuniendo hacia 1750 más de 1.000 adhe-
rentes. Los dominicos, dependientes hasta 1724 de la provincia de Chile, sólo
" Enrique Peña 1910, González 1998a: 47-79 y 2004, vol. C-D: 112 y 117.
12 Moutokias 1988: 41.
13 Corbet France 1944: 55-57.
14 Actis 1943, t.l: 208-209.
15 González 1998: 47-76.
16 Torre Revello 1927, Tanzi 1982, Socolow 1987, Beato 1987, Besio Moreno 1939.
17 Udaondo 1920.
Ricardo González
de la ciudad operada durante el último tercio del siglo XVII que impulsó a los
cuerpos existentes a adoptar una actividad congregacional propia. La reedifi-
cación del fuerte y la catedral en una escala nueva, la construcción por primera
vez en Buenos Aires de un verdadero hospital y el arranque de las luego frus-
tradas obras del Seminario, son las pautas edilicias de este desarrollo". La po-
blación había aumentado de las pocas centenas originales al número, corto aún
pero considerable, de unas 4.500 almas que en 1700 eran ya 7.000* 12 y si hasta
ese momento las hermandades habían estado ligadas a las órdenes, a devocio-
nes particulares y quizás en algún caso a oficios, el surgimiento de la Congrega-
ción del Santo Cristo (1671 )13, formada por los oidores de la Audiencia y presi-
dida por el Gobernador, y el de la Hermandad de San Pedro (1690)l4, integrada
por los miembros del Cabildo Eclesiástico y dirigida por el Obispo, convocaba
a los dos cuerpos estructurantes de la sociedad colonial, la Iglesia y la Corona,
en el espacio de la iglesia Catedral, a su vez edificada y reedificada por primera
vez en esos años con construcciones de cierto fuste15.
Este crecimiento poblacional lleva igualmente, desde fines del siglo XVII
y poco más del primer tercio del XVIII, a la creación de las terceras órdenes,
rama seglar de los regulares y por lo tanto con un estatus canónico superior
a las cofradías comunes, pero prácticamente iguales a ellas en sus fines, orga-
nización y medios. Las terceras órdenes existían en Europa desde la Edad Me-
dia y la demora en crearlas en Buenos Aires se debe sin duda a la precariedad
general de la ciudad y de las mismas órdenes hasta la época que tratamos. Es
en estas décadas que jesuítas, mercedarios y franciscanos comienzan a reedifi-
car sus templos dándoles unas dimensiones y calidades quizás excesivas, como
señaló Buschiazzo, para la todavía modesta escala urbana, aunque el constan-
te despegue de la ciudad en el siglo XVIII y el incremento de su comercio y su
población (7.000 habitantes en 1700, 12.000 en 1744, 22.000 en 1760 y 44.000
en 1800)16 hará que resulten adecuados. La comunidad franciscana, la más ex-
tendida en Buenos Aires, fue la primera en crear la tercera orden local (1691 )17
y su desarrollo sería impresionante, reuniendo hacia 1750 más de 1.000 adhe-
rentes. Los dominicos, dependientes hasta 1724 de la provincia de Chile, sólo
" Enrique Peña 1910, González 1998a: 47-79 y 2004, vol. C-D: 112 y 117.
12 Moutokias 1988: 41.
13 Corbet France 1944: 55-57.
14 Actis 1943, t.l: 208-209.
15 González 1998: 47-76.
16 Torre Revello 1927, Tanzi 1982, Socolow 1987, Beato 1987, Besio Moreno 1939.
17 Udaondo 1920.