102
Carlos Dimeo
formal no es más que un medio de expresión de una determinada actitud espi-
ritual»16. Y en este sentido podríamos afirmar que para los franciscanos, lo for-
mal escénico fue exactamente eso: un medio que se evidenciaba recursivo de
su «actitud espiritual». Aún más podemos agregar lo que nos plantea Germán
Viveros cuando afirma:
La actividad escénica novohispana, de esencia europeizante, surgió hacia
fines del primer tercio del siglo XVI, por medio de la dramaturgia culti-
vada por los franciscanos para evangelizar a los indios apenas introdu-
cidos en el cristianismo. Se trató pues, de una teatralidad didáctico-reli-
giosa, que en esencia no pretendió ofrecer un espectáculo por sí mismo
ni mucho menos con un propósito estético-literario, aunque en ocasiones
y marginalmente la tramoya franciscana haya derivado hacia el atracti-
vo visual [...]
Viéndolo pues desde este enfoque y tomándolo en el sentido de construc-
ciones y representaciones culturales, lo que propone Luis Quevedo en su artícu-
lo: «Comunicación de las instituciones culturales»17 refiriéndose expresamente
al tema de la «comunicación institucional» nos lleva a pensar que en el fondo
resulta quedar bastante claro cuál era el sentido que debía adoptar la realidad
clerical en el siglo XVI, en especial si querían hacer de su orden una platafor-
ma de cristianización y evangelización, y como tal también de ideologización.
Puesto que uno de los principios básicos de toda comunicación institucional
está referido al soporte o medio a través de los cuales articulamos todo proyecto
cultural, toda gestión comunicacional de cualquier proyecto en sí convoca ine-
vitablemente a su medio de transmisión. En este sentido, para aquellos religio-
sos que se habían instalado en el mundo novohispano, colocaban de manifiesto
estos medios en sus dos formas más poderosas y efectivas: la lengua (en espe-
cial a través de las traducciones hechas de los textos) y por supuesto en segun-
da instancia usando al teatro como poderoso andamiaje de «transporte» visual
y auditivo para vehicular la historia religiosa del cristianismo. Es en este parti-
cular que podemos afirmar que lo planteado por Luis Alberto Quevedo se ajus-
ta a nuestra tesis ya que tal como en su texto explica:
Un tema importante de la comunicación en general es distinguir los so-
portes de la comunicación de los contenidos de la comunicación. [...]
Pero muchas veces olvidamos que los soportes también comunican. So-
lemos preocuparnos mucho más por definir los contenidos y no pensar en
los instrumentos y los canales de comunicación. Sin embargo la dinámi-
ca entre los contenidos y los soportes es muy importante. Los soportes
comunican en sí mismos, producen una impresión también. Es como la
16 Piscator 1976: 104.
17 Quevedo 2010.
Carlos Dimeo
formal no es más que un medio de expresión de una determinada actitud espi-
ritual»16. Y en este sentido podríamos afirmar que para los franciscanos, lo for-
mal escénico fue exactamente eso: un medio que se evidenciaba recursivo de
su «actitud espiritual». Aún más podemos agregar lo que nos plantea Germán
Viveros cuando afirma:
La actividad escénica novohispana, de esencia europeizante, surgió hacia
fines del primer tercio del siglo XVI, por medio de la dramaturgia culti-
vada por los franciscanos para evangelizar a los indios apenas introdu-
cidos en el cristianismo. Se trató pues, de una teatralidad didáctico-reli-
giosa, que en esencia no pretendió ofrecer un espectáculo por sí mismo
ni mucho menos con un propósito estético-literario, aunque en ocasiones
y marginalmente la tramoya franciscana haya derivado hacia el atracti-
vo visual [...]
Viéndolo pues desde este enfoque y tomándolo en el sentido de construc-
ciones y representaciones culturales, lo que propone Luis Quevedo en su artícu-
lo: «Comunicación de las instituciones culturales»17 refiriéndose expresamente
al tema de la «comunicación institucional» nos lleva a pensar que en el fondo
resulta quedar bastante claro cuál era el sentido que debía adoptar la realidad
clerical en el siglo XVI, en especial si querían hacer de su orden una platafor-
ma de cristianización y evangelización, y como tal también de ideologización.
Puesto que uno de los principios básicos de toda comunicación institucional
está referido al soporte o medio a través de los cuales articulamos todo proyecto
cultural, toda gestión comunicacional de cualquier proyecto en sí convoca ine-
vitablemente a su medio de transmisión. En este sentido, para aquellos religio-
sos que se habían instalado en el mundo novohispano, colocaban de manifiesto
estos medios en sus dos formas más poderosas y efectivas: la lengua (en espe-
cial a través de las traducciones hechas de los textos) y por supuesto en segun-
da instancia usando al teatro como poderoso andamiaje de «transporte» visual
y auditivo para vehicular la historia religiosa del cristianismo. Es en este parti-
cular que podemos afirmar que lo planteado por Luis Alberto Quevedo se ajus-
ta a nuestra tesis ya que tal como en su texto explica:
Un tema importante de la comunicación en general es distinguir los so-
portes de la comunicación de los contenidos de la comunicación. [...]
Pero muchas veces olvidamos que los soportes también comunican. So-
lemos preocuparnos mucho más por definir los contenidos y no pensar en
los instrumentos y los canales de comunicación. Sin embargo la dinámi-
ca entre los contenidos y los soportes es muy importante. Los soportes
comunican en sí mismos, producen una impresión también. Es como la
16 Piscator 1976: 104.
17 Quevedo 2010.