La anunciadora azul de la muerte
73
más detenimiento a la protagonista de nuestro relato [fig. 1 ]. La chiririnka es
una mosca perteneciente a la familia califoridae cuyas muchas variedades viven
en América del Sur. No vamos a detenemos para enumerar todos sus nombres
latinos (siendo los más populares Calliphora vomitoria y Calliphora erythro-
cephala). Es más grande que la mosca doméstica común (presente también en
los Andes) siendo su rasgo más característico su color metalizante y opalescen-
te, lo más frecuentemente azul pero algunas veces teñido de verde o con colo-
res cambiantes dentro de la gama verde-azul en función del ángulo bajo el cual
la luz caiga sobre su cuerpo. Los mismos efectos de colores de arco iris pueden
percibirse igualmente sobre sus alas. En algunas de sus subespecies atraen la
atención sus ojos grandes de color rojo pero se dan igualmente otras en las que
suelen ser negros como el resto de la cabeza de este insecto. En base a las des-
cripciones etnográficas que han tomado en cuenta solo el color y el tamaño de
la mosca podemos suponer que la chiririnka se da en forma de unas especies
biológicas que guardan similitudes extemas.
De la misma forma en la que su color azul constituye el rasgo visual esen-
cial de la chiririnka, su rasgo más importante en cuanto a la percepción de su
actividad que viene determinando su característica mítica es su reiterada apari-
ción junto con el cuerpo de un hombre enfermo o herido o sea aquel que, de for-
ma natural, se está aproximando a la muerte. Lo mismo corresponde a los an-
cianos cuyo potencial vital va apagándose por razones biológicas sin que esta
situación tenga necesariamente su fuente en una enfermedad. En tales circuns-
tancias la aparición de la chiririnka se trata como un augurio dada la convicción
de que viene solo a aquellos que tienen prescrita e irrevocable la muerte. Des-
pierta un temor particularmente profundo en los tiempos de epidemia. Su apari-
ción en los sitios que hasta entonces no han sido tocados por la peste constituye
un signo indudable de que la peste se los está acercando.
La chiririnka es un augurio de la muerte solo en caso del hombre. Vista
junto a los animales no despierta temor ni se percibe como un augurio fatal al-
guno. Las fuentes etnográficas no han rescatado interpretación alguna que diga
que su presencia junto a los animales domésticos presagiaría su moribundez.
Despierta angustia solo cuando revolotea por encima del hombre de forma te-
naz o bien si se posa sobre él - y ello en particularidad en cuanto éste se en-
cuentra en un estado cercano al que peligre su vida o bien en uno que potencial-
mente le amenace.
Las convicciones acerca de la presencia de la chiririnka junto al hom-
bre agonizante o que está en estado precedente a su agonía no pueden tratarse
como producto de una fantasía ya que al igual de los miles de otros hechos rea-
les éste también funciona en la consciencia colectiva de estos pueblos, fruto de
la observación de la naturaleza circundante milenaria. Existen, sin duda alguna,
73
más detenimiento a la protagonista de nuestro relato [fig. 1 ]. La chiririnka es
una mosca perteneciente a la familia califoridae cuyas muchas variedades viven
en América del Sur. No vamos a detenemos para enumerar todos sus nombres
latinos (siendo los más populares Calliphora vomitoria y Calliphora erythro-
cephala). Es más grande que la mosca doméstica común (presente también en
los Andes) siendo su rasgo más característico su color metalizante y opalescen-
te, lo más frecuentemente azul pero algunas veces teñido de verde o con colo-
res cambiantes dentro de la gama verde-azul en función del ángulo bajo el cual
la luz caiga sobre su cuerpo. Los mismos efectos de colores de arco iris pueden
percibirse igualmente sobre sus alas. En algunas de sus subespecies atraen la
atención sus ojos grandes de color rojo pero se dan igualmente otras en las que
suelen ser negros como el resto de la cabeza de este insecto. En base a las des-
cripciones etnográficas que han tomado en cuenta solo el color y el tamaño de
la mosca podemos suponer que la chiririnka se da en forma de unas especies
biológicas que guardan similitudes extemas.
De la misma forma en la que su color azul constituye el rasgo visual esen-
cial de la chiririnka, su rasgo más importante en cuanto a la percepción de su
actividad que viene determinando su característica mítica es su reiterada apari-
ción junto con el cuerpo de un hombre enfermo o herido o sea aquel que, de for-
ma natural, se está aproximando a la muerte. Lo mismo corresponde a los an-
cianos cuyo potencial vital va apagándose por razones biológicas sin que esta
situación tenga necesariamente su fuente en una enfermedad. En tales circuns-
tancias la aparición de la chiririnka se trata como un augurio dada la convicción
de que viene solo a aquellos que tienen prescrita e irrevocable la muerte. Des-
pierta un temor particularmente profundo en los tiempos de epidemia. Su apari-
ción en los sitios que hasta entonces no han sido tocados por la peste constituye
un signo indudable de que la peste se los está acercando.
La chiririnka es un augurio de la muerte solo en caso del hombre. Vista
junto a los animales no despierta temor ni se percibe como un augurio fatal al-
guno. Las fuentes etnográficas no han rescatado interpretación alguna que diga
que su presencia junto a los animales domésticos presagiaría su moribundez.
Despierta angustia solo cuando revolotea por encima del hombre de forma te-
naz o bien si se posa sobre él - y ello en particularidad en cuanto éste se en-
cuentra en un estado cercano al que peligre su vida o bien en uno que potencial-
mente le amenace.
Las convicciones acerca de la presencia de la chiririnka junto al hom-
bre agonizante o que está en estado precedente a su agonía no pueden tratarse
como producto de una fantasía ya que al igual de los miles de otros hechos rea-
les éste también funciona en la consciencia colectiva de estos pueblos, fruto de
la observación de la naturaleza circundante milenaria. Existen, sin duda alguna,