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Katarzyna Szoblik
igual que las de Quetzalcoatl. No obstante, hay que recordar, que también en el
cristianismo, el rocío y la lluvia provienen del Cielo, que es la morada de Dios,
como lo afirman varios pasajes de la Biblia, como por ejemplo:
Jehová tiene en el cielo su trono; Sus ojos ven, sus párpados examinan
a los hijos de los hombres.70
Porque Jehová me dijo así: Me estaré quieto, y los miraré desde mi mo-
rada, como sol claro después de la lluvia, como nube de rocío en el ca-
lor de la siega.71
Yo seré a Israel como rocío; él florecerá como lirio, y extenderá sus raí-
ces como el Líbano.72
Allá, los nobles indígenas que murieron van a hacer ofrendas floridas al
pelaloh. La palabra pelaloh no existe en náhuatl, es una transcripción errónea
de algún término castellano. León-Portilla propone que es “prelado” y se refie-
re al mencionado Sebastián Ramirez de Fuenleal, quien además del Presiden-
te de la Segunda Audiencia era también obispo.73 Entonces los nobles muertos,
como las aves preciosas del mito de Quetzalcoatl, vienen a darle la bienvenida
a Fuenleal, quien acaba de unirse con ellos en el más allá del Cielo.
En lo que toca a don Francisco, tomando en cuenta el hecho de que su
identidad, a pesar de las suposiciones hechas arriba, permanece desconocida,
tampoco es posible decir con toda la certeza si en el momento de la entonación
del canto estaba vivo o muerto. Sin embargo, las palabras que pronuncia el can-
tor, tal vez Itztlolinqui, parecen indicar que se trata de la persona viva: “¡Baila!
¡Ojalá tu dolor acabe! ¡Que suenen tus manos del ungido! Eres mi mano precio-
sa, ¡oh don Francisco! Varios collares enredaron tu sonaja de barro.” Es en tan-
to más probable que los últimos versos de esa parte del canto parecen ser una
respuesta de don Francisco dada a Itztlolinqui:
Tinoteycatzini ye titztlolinqui ma tihuiya .S. Palacizco ma tiquittati to-
tlaęotatziny toconmacazque tocacalatzin y onca no cenquiqa y tepilhua
ahua tocnihuane
Mi hermano menor, Itztlolinqui, vayamos a San Francisco, veamos
a nuestro venerado padre, le daremos nuestras sonajas. Allá se juntan los
niños, ¡oh amigos!74
70 La Biblia de las Americas, Salmos 11:4
71 La Biblia de las Americas, Isaías 18:4.
72 La Biblia de las Americas, Oseas 14:5.
73 León-Portilla et al. 2011: 1208.
74 Cantares mexicanos 1994, fol. 47v, trad, de la Autora.
Katarzyna Szoblik
igual que las de Quetzalcoatl. No obstante, hay que recordar, que también en el
cristianismo, el rocío y la lluvia provienen del Cielo, que es la morada de Dios,
como lo afirman varios pasajes de la Biblia, como por ejemplo:
Jehová tiene en el cielo su trono; Sus ojos ven, sus párpados examinan
a los hijos de los hombres.70
Porque Jehová me dijo así: Me estaré quieto, y los miraré desde mi mo-
rada, como sol claro después de la lluvia, como nube de rocío en el ca-
lor de la siega.71
Yo seré a Israel como rocío; él florecerá como lirio, y extenderá sus raí-
ces como el Líbano.72
Allá, los nobles indígenas que murieron van a hacer ofrendas floridas al
pelaloh. La palabra pelaloh no existe en náhuatl, es una transcripción errónea
de algún término castellano. León-Portilla propone que es “prelado” y se refie-
re al mencionado Sebastián Ramirez de Fuenleal, quien además del Presiden-
te de la Segunda Audiencia era también obispo.73 Entonces los nobles muertos,
como las aves preciosas del mito de Quetzalcoatl, vienen a darle la bienvenida
a Fuenleal, quien acaba de unirse con ellos en el más allá del Cielo.
En lo que toca a don Francisco, tomando en cuenta el hecho de que su
identidad, a pesar de las suposiciones hechas arriba, permanece desconocida,
tampoco es posible decir con toda la certeza si en el momento de la entonación
del canto estaba vivo o muerto. Sin embargo, las palabras que pronuncia el can-
tor, tal vez Itztlolinqui, parecen indicar que se trata de la persona viva: “¡Baila!
¡Ojalá tu dolor acabe! ¡Que suenen tus manos del ungido! Eres mi mano precio-
sa, ¡oh don Francisco! Varios collares enredaron tu sonaja de barro.” Es en tan-
to más probable que los últimos versos de esa parte del canto parecen ser una
respuesta de don Francisco dada a Itztlolinqui:
Tinoteycatzini ye titztlolinqui ma tihuiya .S. Palacizco ma tiquittati to-
tlaęotatziny toconmacazque tocacalatzin y onca no cenquiqa y tepilhua
ahua tocnihuane
Mi hermano menor, Itztlolinqui, vayamos a San Francisco, veamos
a nuestro venerado padre, le daremos nuestras sonajas. Allá se juntan los
niños, ¡oh amigos!74
70 La Biblia de las Americas, Salmos 11:4
71 La Biblia de las Americas, Isaías 18:4.
72 La Biblia de las Americas, Oseas 14:5.
73 León-Portilla et al. 2011: 1208.
74 Cantares mexicanos 1994, fol. 47v, trad, de la Autora.