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Szoblik, Katarzyna: El canto a San Francisco o las exequias de Sebastiàn Ramírez de Fuenleal?: una aproximación a llamado "Pipilcuicatl" o "Canto de niños" del manuscrito de "Cantares mexicanos"
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¿El canto a San Francisco o las exequias de Sebastián Ramírez de Fuenleal? 55
Fig. 18. La fiesta de Izcalli, Códice Borbónico
1980, lam. 23.
Los versos que siguen, aunque a primera vista parecen describir la proce-
sión de las almas salvadas que llegan a la presencia de Dios, igualmente bien
corresponden con el ambiente festivo de Izcalli'.
Ontozyhuimomoyahuatimani ye oncany ęan can xiuhquecholayauhtona
y mamatlallahuizcallehuatoc ytech ye oncuica teocuitlachopiltzi quimo-
nahuiltia y ye ixquich ytlaęohua ye iquecholhua Dios hoaye hoaya yha.
Ma xihualla ’lacan papalome o añila ’tlachichina ye onnetlamachtilo ye
iquiapa Xesuchristo ye ixquich ytlaęohua Etc.
Se dipersan las plumas del papagayo amarillo, allá en la niebla brillan los
quecholes de turquesa. Por las gradas de la aurora se elevan a Él. Canta
el grillo dorado, les da la alegría a todos sus preciosos, a los quecholes de
Dios. ¡Venid mariposas, chupadoras! Hay riquezas y alegría en el lugar
de la lluvia de Jesucristo, todos sus preciosos Etc.”84
Por un lado, vemos aquí la gloria y todos los gozos del paraíso que se
abren ante las almas salvadas, “los quecholes de Dios”. Esa imagen promete-
dora, empleada aquí en servicio del cristianismo, al mismo tiempo corresponde
muy bien con las descripciones de la Casa del Sol: los muertos se encuentran
en el Este, convertidos en los pájaros y con el amanecer inician su camino por
el cielo, se elevan. Se elevan como las cenizas de Quetzalcoatl para llegar al in-
terior del cielo y convertirse en los quecholes preciosos.
Cantares mexicanos 1994, fol. 48r, trad, de la Autora.
Fig. 18. La fiesta de Izcalli, Códice Borbónico
1980, lam. 23.
Los versos que siguen, aunque a primera vista parecen describir la proce-
sión de las almas salvadas que llegan a la presencia de Dios, igualmente bien
corresponden con el ambiente festivo de Izcalli'.
Ontozyhuimomoyahuatimani ye oncany ęan can xiuhquecholayauhtona
y mamatlallahuizcallehuatoc ytech ye oncuica teocuitlachopiltzi quimo-
nahuiltia y ye ixquich ytlaęohua ye iquecholhua Dios hoaye hoaya yha.
Ma xihualla ’lacan papalome o añila ’tlachichina ye onnetlamachtilo ye
iquiapa Xesuchristo ye ixquich ytlaęohua Etc.
Se dipersan las plumas del papagayo amarillo, allá en la niebla brillan los
quecholes de turquesa. Por las gradas de la aurora se elevan a Él. Canta
el grillo dorado, les da la alegría a todos sus preciosos, a los quecholes de
Dios. ¡Venid mariposas, chupadoras! Hay riquezas y alegría en el lugar
de la lluvia de Jesucristo, todos sus preciosos Etc.”84
Por un lado, vemos aquí la gloria y todos los gozos del paraíso que se
abren ante las almas salvadas, “los quecholes de Dios”. Esa imagen promete-
dora, empleada aquí en servicio del cristianismo, al mismo tiempo corresponde
muy bien con las descripciones de la Casa del Sol: los muertos se encuentran
en el Este, convertidos en los pájaros y con el amanecer inician su camino por
el cielo, se elevan. Se elevan como las cenizas de Quetzalcoatl para llegar al in-
terior del cielo y convertirse en los quecholes preciosos.
Cantares mexicanos 1994, fol. 48r, trad, de la Autora.