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Ewa Kubiak
Las iglesias jesuíticas desempeñaban diversas funciones. La misión evan-
gelizadora y sacerdotal de los jesuítas concernía tanto a la creciente sociedad
urbana como a las áreas rurales de los Andes, lejanas e inaccesibles, además de
algunas regiones tropicales de la costa y del interior.3 Las primeras reduccio-
nes se establecieron en el Paraguay, cuyo trabajo de evangelización comenzó
en 1595. Para poder extender sus misiones al norte de Santa Cruz, los jesuítas
fundaron un colegio en dicha ciudad, convirtiéndose en el centro de evangeli-
zación en las fronteras con los territorios de los infieles.
El primero en establecer contacto con los Mojos fue el hermano Juan de
Soto, durante una expedición emprendida en 1667. Años después, los jesuítas
volvieron para evangelizarlos. Entre los misioneros, debemos destacar a Julián
de Aller. Como nos informan José de Mesa y Teresa Gisbert, Aller junto con el
padre Bermudo y otros dos jesuítas “recorrieron parte de la región durante dos
años y evangelizaron diversos grupos aprendiendo la lengua a fin de hacer su
labor más efectiva”4. En 1682 se fundó la primera misión5 de Nuestra Señora de
Loreto. Desde ese momento empezó el desarrollo intensivo de la obra misione-
ra y siguieron las fundaciones de otras reducciones.
El territorio de Mojos se extiende en el actual departamento de Beni, al
noroeste de Bolivia. La región está delimitada al norte por el río Iténez, al oes-
te por el río Beni y al sur por la selva, la cual constituye una frontera natu-
ral con la región de Chiquitos. Es una zona tropical, extremadamente húme-
da y rica en vegetación. Las misiones fundadas en Bolivia fueron La Trinidad
(1686), San Ignacio (1689), San Francisco Javier (1690), San Francisco de
Borja (1693), San Pedro (1697), Nuestra Señora de la Concepción y San Joa-
quín (1708), La Exaltación de la Cruz y Santa Ana (1709), Magdalena (1720)6
[fig. 1]. Las últimas misiones fueron fundadas durante los años cuarenta: San
Nicolás (1740) y San Simón (1744). Dos reducciones (Santa Rosa y San Mi-
guel) se ubicaron más distantes, al oriente, y tuvieron que ser abandonadas
para cumplir un tratado sobre la frontera firmado entre España y Portugal.7 En
su mayoría, las iglesias fueron edificadas con adobe y recubiertas con madera.
Se componían de tres naves y fueron adornadas con altares enriquecidos por
esculturas y pinturas.
3 Incluso en las iglesias urbanas, se construyeron capillas separadas para los indígenas (como
en Bogotá o Cusco), con el fin de saciar las necesidades espirituales de todas las capas sociales.
4 Mesa, Gisbert 2002: 258.
5 En el texto se usa los términos „misión” y reducción” como sinónimos.
6 Mesa, Gisbert 2002: 258-267.
7 Mesa Gisbert, Mesa, Gisbert 2012: 202.
Ewa Kubiak
Las iglesias jesuíticas desempeñaban diversas funciones. La misión evan-
gelizadora y sacerdotal de los jesuítas concernía tanto a la creciente sociedad
urbana como a las áreas rurales de los Andes, lejanas e inaccesibles, además de
algunas regiones tropicales de la costa y del interior.3 Las primeras reduccio-
nes se establecieron en el Paraguay, cuyo trabajo de evangelización comenzó
en 1595. Para poder extender sus misiones al norte de Santa Cruz, los jesuítas
fundaron un colegio en dicha ciudad, convirtiéndose en el centro de evangeli-
zación en las fronteras con los territorios de los infieles.
El primero en establecer contacto con los Mojos fue el hermano Juan de
Soto, durante una expedición emprendida en 1667. Años después, los jesuítas
volvieron para evangelizarlos. Entre los misioneros, debemos destacar a Julián
de Aller. Como nos informan José de Mesa y Teresa Gisbert, Aller junto con el
padre Bermudo y otros dos jesuítas “recorrieron parte de la región durante dos
años y evangelizaron diversos grupos aprendiendo la lengua a fin de hacer su
labor más efectiva”4. En 1682 se fundó la primera misión5 de Nuestra Señora de
Loreto. Desde ese momento empezó el desarrollo intensivo de la obra misione-
ra y siguieron las fundaciones de otras reducciones.
El territorio de Mojos se extiende en el actual departamento de Beni, al
noroeste de Bolivia. La región está delimitada al norte por el río Iténez, al oes-
te por el río Beni y al sur por la selva, la cual constituye una frontera natu-
ral con la región de Chiquitos. Es una zona tropical, extremadamente húme-
da y rica en vegetación. Las misiones fundadas en Bolivia fueron La Trinidad
(1686), San Ignacio (1689), San Francisco Javier (1690), San Francisco de
Borja (1693), San Pedro (1697), Nuestra Señora de la Concepción y San Joa-
quín (1708), La Exaltación de la Cruz y Santa Ana (1709), Magdalena (1720)6
[fig. 1]. Las últimas misiones fueron fundadas durante los años cuarenta: San
Nicolás (1740) y San Simón (1744). Dos reducciones (Santa Rosa y San Mi-
guel) se ubicaron más distantes, al oriente, y tuvieron que ser abandonadas
para cumplir un tratado sobre la frontera firmado entre España y Portugal.7 En
su mayoría, las iglesias fueron edificadas con adobe y recubiertas con madera.
Se componían de tres naves y fueron adornadas con altares enriquecidos por
esculturas y pinturas.
3 Incluso en las iglesias urbanas, se construyeron capillas separadas para los indígenas (como
en Bogotá o Cusco), con el fin de saciar las necesidades espirituales de todas las capas sociales.
4 Mesa, Gisbert 2002: 258.
5 En el texto se usa los términos „misión” y reducción” como sinónimos.
6 Mesa, Gisbert 2002: 258-267.
7 Mesa Gisbert, Mesa, Gisbert 2012: 202.