Sztuka Ameryki Łacińskiej (10.2020)

Sztuka Ameryki Łacińskiej 2020, nr 10

ISSN 2299-260X

Las jicaras en el camino sagrado
de los jóvenes iniciados Huicholes

Jerzy Antoni Mrożek
Investigador Independiente

Antes de hablar con el fuego, es preciso postrarse ante el agua. La reveren-
cia hecha hacia el agua como símbolo femenino que acompaña y protege al fue-
go, en el lenguaje religioso, funciona en muchas ocasiones como una presen-
tación y como una solicitud de permiso. Para poder entrar de forma purificada,
humilde y digna a la vez, para recibir un poder transformador hacia sí mismo y
hacia la vida. La imagen es muy conocida y sigue presente a pesar de las mo-
dificaciones adquiridas en el tiempo y dependiendo de la cultura. Entrando, por
ejemplo, a una iglesia católica, los feligreses se encaminan hacia el altar mayor,
reluciente de oro. A la entrada encuentran una pila de agua bendita. En un acto
de respeto y devoción los fieles tocan el agua con los dedos y llevan la mano
hacia los cuatro puntos cardinales del cuerpo: el norte, el sur, el este y el oeste.
Al finalizar este saludo ritual las manos se juntan, izquierda con derecha, en una
modesta y conciliadora unión de los opuestos. Amén, que así sea.
En México católico de hoy se ha conservado, tal vez desde los tiempos
medievales europeos, una tradición que nos remonta más allá de este simplifi-
cado gesto simbólico. El agua que a través de los dedos toca la frente, el plexo
solar y los hombros, se une con la costumbre de permanecer un momento más
largo frente a la pila. Este es el momento de comunicación, a través del pensa-
miento, de la intención y del verbo pronunciado, con el agua. Después de lo-
grar esta sincronía, el agua se toma con la mano en forma de una cuchara para