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Emma Patricia Victorio Cánovas
el bordado y el vestido. Sin embargo, a pesar del virtuosismo en su elaboración
- que revela una gran capacidad artística y creativa-, así como la riqueza de ma-
teriales con las que han sido confeccionadas, los temas decorativos que exhi-
ben, y las implicancias sociales y económicas de su producción, estas obras no
han suscitado el interés de los investigadores, para quienes se trata de una ex-
presión de las artes menores.
También, conviene recordar que cada una de las prendas constituye un
todo unitario, una manifestación del arte sacro poseedora de una gran carga
simbólica, que se expresa mediante una iconografía relacionada con el ceremo-
nial y de acuerdo con la normativa eclesiástica establecida por el Concilio de
Trento, respecto al ornato y al decoro. Por otro lado, el programa iconográfico,
presente en los ornamentos litúrgicos, transmite conceptos propios de la Igle-
sia al grupo de fieles que participa de la celebración, a la vez que refuerza su re-
ligiosidad. Se desarrolla en cada prenda mediante la distribución ordenada de
motivos, tomados del repertorio cristiano o adaptados del mundo clásico, arti-
culados en el contexto de la fe en un discurso en el que destaca tanto la cohe-
rencia interna, como su relación con el color. Ningún elemento está colocado
al azar o fuera de lugar, logrando un equilibrio entre forma, función y mensaje.
El artículo tiene como propósito contribuir al conocimiento de los orna-
mentos litúrgicos en general y a su reconocimiento como obras de arte a partir
del análisis de la selección de una casulla representativa de las colecciones de
la Basílica Catedral de Lima, del Convento de San Francisco y del Monaste-
rio de Nazarenas Carmelitas Descalzas. Estas prendas, aunque han permaneci-
do inéditas y han sido escasamente apreciadas por la gran mayoría, reflejan las
prácticas cristianas desarrolladas durante los periodos virreinal y republicano y
forman parte del patrimonio cultural de la nación.
La mayoría de los ornamentos litúrgicos se retiró del uso diario como re-
sultado de los cambios decretados por el Concilio Vaticano II,2 que acordó que
las prendas revelaban carácter sagrado por sí mismas y no por su adorno, per-
mitió que se continúe su confección en telas y materiales preciosos, pero reco-
mendó una ornamentación discreta que, en muchos casos, podía formar parte
del mismo tejido. Por otro lado, el estudio de los ornamentos litúrgicos es una
tarea ardua debido a que
... son pocas las piezas que se han conservado intactas, era frecuente
aprovechar cenefas de prendas deterioradas para piezas nuevas o hacer
restauraciones que en el mejor de los casos pasan desapercibidas. En
consecuencia, es difícil asociar la documentación a una pieza determina-
da, casi nunca se dan indicaciones suficientes sobre las imágenes que ha
de llevar la cenefa ni sobre la pieza en la que ha de ir colocada y cuando
El Concilio Vaticano II se realizó entre los años 1962 y 1965.
Emma Patricia Victorio Cánovas
el bordado y el vestido. Sin embargo, a pesar del virtuosismo en su elaboración
- que revela una gran capacidad artística y creativa-, así como la riqueza de ma-
teriales con las que han sido confeccionadas, los temas decorativos que exhi-
ben, y las implicancias sociales y económicas de su producción, estas obras no
han suscitado el interés de los investigadores, para quienes se trata de una ex-
presión de las artes menores.
También, conviene recordar que cada una de las prendas constituye un
todo unitario, una manifestación del arte sacro poseedora de una gran carga
simbólica, que se expresa mediante una iconografía relacionada con el ceremo-
nial y de acuerdo con la normativa eclesiástica establecida por el Concilio de
Trento, respecto al ornato y al decoro. Por otro lado, el programa iconográfico,
presente en los ornamentos litúrgicos, transmite conceptos propios de la Igle-
sia al grupo de fieles que participa de la celebración, a la vez que refuerza su re-
ligiosidad. Se desarrolla en cada prenda mediante la distribución ordenada de
motivos, tomados del repertorio cristiano o adaptados del mundo clásico, arti-
culados en el contexto de la fe en un discurso en el que destaca tanto la cohe-
rencia interna, como su relación con el color. Ningún elemento está colocado
al azar o fuera de lugar, logrando un equilibrio entre forma, función y mensaje.
El artículo tiene como propósito contribuir al conocimiento de los orna-
mentos litúrgicos en general y a su reconocimiento como obras de arte a partir
del análisis de la selección de una casulla representativa de las colecciones de
la Basílica Catedral de Lima, del Convento de San Francisco y del Monaste-
rio de Nazarenas Carmelitas Descalzas. Estas prendas, aunque han permaneci-
do inéditas y han sido escasamente apreciadas por la gran mayoría, reflejan las
prácticas cristianas desarrolladas durante los periodos virreinal y republicano y
forman parte del patrimonio cultural de la nación.
La mayoría de los ornamentos litúrgicos se retiró del uso diario como re-
sultado de los cambios decretados por el Concilio Vaticano II,2 que acordó que
las prendas revelaban carácter sagrado por sí mismas y no por su adorno, per-
mitió que se continúe su confección en telas y materiales preciosos, pero reco-
mendó una ornamentación discreta que, en muchos casos, podía formar parte
del mismo tejido. Por otro lado, el estudio de los ornamentos litúrgicos es una
tarea ardua debido a que
... son pocas las piezas que se han conservado intactas, era frecuente
aprovechar cenefas de prendas deterioradas para piezas nuevas o hacer
restauraciones que en el mejor de los casos pasan desapercibidas. En
consecuencia, es difícil asociar la documentación a una pieza determina-
da, casi nunca se dan indicaciones suficientes sobre las imágenes que ha
de llevar la cenefa ni sobre la pieza en la que ha de ir colocada y cuando
El Concilio Vaticano II se realizó entre los años 1962 y 1965.