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Adriana Sara Jastrzębska
El espectáculo pop de la violencia
La escena que abre la novela transcurre en un bar donde Nando Barragán habla
con su amada Milena.
Ese que está ahí, sentado con la rubia. Ése es Nando Barragán.
Por la penumbra del bar se riega el chisme. Ese es. Nando Barragán. Cien
ojos lo
miran con disimulo, cincuenta bocas lo nombran en voz baja.
—Ahí está: es uno de ellos.
Dondequiera que van los Barraganes los sigue el murmullo. La maldi-
ción entre
dientes, la admiración secreta, el rencor soterrado. Viven en vitrina. No
son lo que son
sino lo que la gente cuenta, opina, se imagina de ellos. Mito vivo, leyen-
da presente, se
han vuelto sacos de palabras de tanto que los mientan. Su vida no es
suya, es de
dominio público. Los odian, los adulan, los repudian, los imitan. Eso se-
gún. Pero todos, por parejo, les temen.17
Ya desde esta primera escena, se nota de manera muy clara que al pro-
tagonista se lo introduce como un actor en el escenario de un teatro; el públi-
co nota su aparición, lo indica, lo presenta y éste empieza a actuar. Como en el
pensamiento berkeleyano, la existencia de Nando y los demás Barraganes de-
pende de ser percibidos; existen, ya que son mirados. Tal situación enunciativa
introduce desde el principio de la novela cierto toque de teatralidad en la repre-
sentación de la historia de los clanes; teatralidad que pronto se verá combinada
con el imaginario propio de la cultura audiovisual, cuando los Monsalve llegan
a ejecutar la venganza y el público los percibe como a personajes de ficciones
populares:
El Mani grita: Nando Barragán, vengo a matarte, porque tú mataste a mi
hermano,
Adriano Monsalve, y la sangre se paga con sangre. Y grita también: Hoy
cumple veinte
años esa afrenta. Y Nando le advierte: Estoy desarmado, y el Mani le
dice: Saca tu
arma, para que nos enfrentemos como hombres.
—Eso parece un cómics, una de vaqueros. ¿Y qué respondió Nando?
¿Cáspita?
17 Restrepo 2001: 5.
Adriana Sara Jastrzębska
El espectáculo pop de la violencia
La escena que abre la novela transcurre en un bar donde Nando Barragán habla
con su amada Milena.
Ese que está ahí, sentado con la rubia. Ése es Nando Barragán.
Por la penumbra del bar se riega el chisme. Ese es. Nando Barragán. Cien
ojos lo
miran con disimulo, cincuenta bocas lo nombran en voz baja.
—Ahí está: es uno de ellos.
Dondequiera que van los Barraganes los sigue el murmullo. La maldi-
ción entre
dientes, la admiración secreta, el rencor soterrado. Viven en vitrina. No
son lo que son
sino lo que la gente cuenta, opina, se imagina de ellos. Mito vivo, leyen-
da presente, se
han vuelto sacos de palabras de tanto que los mientan. Su vida no es
suya, es de
dominio público. Los odian, los adulan, los repudian, los imitan. Eso se-
gún. Pero todos, por parejo, les temen.17
Ya desde esta primera escena, se nota de manera muy clara que al pro-
tagonista se lo introduce como un actor en el escenario de un teatro; el públi-
co nota su aparición, lo indica, lo presenta y éste empieza a actuar. Como en el
pensamiento berkeleyano, la existencia de Nando y los demás Barraganes de-
pende de ser percibidos; existen, ya que son mirados. Tal situación enunciativa
introduce desde el principio de la novela cierto toque de teatralidad en la repre-
sentación de la historia de los clanes; teatralidad que pronto se verá combinada
con el imaginario propio de la cultura audiovisual, cuando los Monsalve llegan
a ejecutar la venganza y el público los percibe como a personajes de ficciones
populares:
El Mani grita: Nando Barragán, vengo a matarte, porque tú mataste a mi
hermano,
Adriano Monsalve, y la sangre se paga con sangre. Y grita también: Hoy
cumple veinte
años esa afrenta. Y Nando le advierte: Estoy desarmado, y el Mani le
dice: Saca tu
arma, para que nos enfrentemos como hombres.
—Eso parece un cómics, una de vaqueros. ¿Y qué respondió Nando?
¿Cáspita?
17 Restrepo 2001: 5.